¿Cuál es la relación que existe entre independencia y libertad?
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El sólo hecho de estar leyendo este artículo de opinión es una justificación para que el lector de infoLibre pueda tener la certeza de que el medio que lee acepta la crítica (1ª acepción del Diccionario de la Lengua Española) no sólo como prueba de libertad en la opinión, sino también como indicio de su independencia tomada esta no especialmente desde el punto de vista económico.
No puede ocultarse, sin embargo, que cuando semana tras semana el lector medio descubre el contenido de la sección Desde la Tramoya (¿3ª acepción del DLE: “tramoya es un enredo dispuesto con ingenio, disimulo y maña”?), una sombra de duda empieza a tomar dimensiones de cierta consideración en lo que respecta a la libertad e independencia de este medio digital. Seguramente es oportuno aclarar que cuando hablo de lector medio me baso en el número y contenido de los comentarios que se producen en los artículos aparecidos en dicha sección de infoLibre (véase este ejemplo). El columnista de la anterior sección tiene un tema favorito de exposición, Podemos, lo que no necesariamente debe ser motivo de preocupación cuando de libertad e independencia se habla. Tampoco debe serlo el hecho de que dicho columnista se declare militante del PSOE, asesor de comunicación pública y sociólogo profesor universitario. Otra cosa es el modo con el que expresa el contenido de su columna semanal.
Describir el modo del señor Arroyo puede realizarse de varios modos (permítaseme la repetición irónica), uno de los cuales es preguntarse si no puede encontrarse en el panorama periodístico español un articulista proPSOE, asesor de comunicación y sociólogo profesor universitario que exprese su opinión de forma que el desprestigio personal del adversario político no sea la base de su argumentación. Y, si no es demasiado demandar, ¿podría dicho articulista exponer sus ideas sin mediar la provocación de conductas poco recomendables? Un ejemplo como el del señor Sánchez-Cuenca resulta fácil que venga a la mente si de corrección en las formas de expresión se trata, por más que algunas de las singularidades señaladas, como la de ser asesor de comunicación pública, no son de aplicación en su caso hasta dónde sé.
Dicho lo cual, el lector puede preguntarse sobre la relación entre libertad, independencia y el contenido de la sección Desde la Tramoya. Pues, en primer lugar, parecería que no permitir que alguien escriba sus opiniones iría en contra de la necesaria libertad de expresión, un argumento que repetidamente puede leerse en los comentarios que generan los artículos del señor Arroyo. Sin embargo, a mí me parece que esto significa confundir la libertad de opinión con la libertad que una persona tiene en expresar su opinión de manera inapropiada. Creo importante resaltar que la opinión que este articulista expone no es original, no aporta pautas sobre las que seguir una reflexión más profunda; al contrario, repite insistentemente argumentos basados en opiniones ya expuestas con anterioridad. En el conjunto de las opiniones originales no existe elemento alguno aportado por el señor Arroyo cuando se consideran sus artículos en la sección Desde la Tramoya. A lo que se debe añadir que cualquier opinión debería expresarse del modo más respetuoso posible, de la misma forma que para opinar sobre la labor docente de un profesor resulta poco o nada aconsejable, como así queda recogido en los manuales de las buenas formas, citar a la madre responsable de su existencia en este mundo.
En segundo lugar, ser independiente no sólo significa serlo desde el punto de vista económico; también suele significar que no concurran vínculos de orden personal antepuestos y contradictorios con la esencia de ser independiente. Cuando se priman dichos vínculos puede resentirse el buen desarrollo de la discusión, en el necesario clima de tranquilidad intelectual, dentro de cauces heurísticos en donde los integrantes de dicha discusión encuentren ideas nuevas no previamente tenidas en cuenta. No puedo dejar de mencionar que el que genera desasosiego es un asesor de comunicación que sabe perfectamente con qué intención lo hace. No se trata de estímulos que ponen en funcionamiento circuitos neuronales adormecidos; se trata precisamente de lo contrario, es decir, de recurrir o estimular instintos primitivos que residen en la paleocorteza cerebral, instintos como la agresividad que evolutivamente han jugado un papel primordial, pero que no tienen un rol determinante en la aparición de nuevas conexiones en la neocorteza cerebral reciente y propia de la evolución humana.
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