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México es el décimo tercer país más grande del mundo con 1,964,375 km2 y con 11,122 Km de costa. Además, su ubicación, la forma del territorio y sus accidentes geográficos generan condiciones muy especiales para la existencia y distribución de sus recursos naturales. México es uno de los países más ricos en biodiversidad. De acuerdo a la Comisión nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO)[2], en tan solo el 1% de la superficie terrestre, México hospeda al menos 10% de la diversidad biológica del mundo y una gran parte de ella es endémica (solo existe en nuestro país). De hecho, México ocupa el cuarto lugar de los países megadiversos[3] que en conjunto albergan al 70% de las especies conocidas. México cuenta también con Petróleo, minerales, gas natural, y recursos maderables. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés)[4], México ocupa el octavo lugar en el mundo de cobertura forestal primaria (aquella que se encuentra en su condición original) y décimo segundo en cobertura forestal.
Todos estos recursos juegan un papel importante en el ciclo económico como insumos pero también ofrecen servicios ambientales vitales para la vida humana como son; la captura de carbono, la recarga de mantos acuíferos, la retención del suelo, la polinización de los cultivos y el control biológico, entre otros, que se tienen que considerar a la hora de tomar decisiones de uso de recursos y sobre todo a la hora de medir el desarrollo de un país. De hecho, tomar en cuenta el uso de recursos naturales y el daño ambiental con una visión de largo plazo es el punto medular del concepto de desarrollo sustentable.
En el Reporte de la Comisión de Desarrollo y Medio Ambiente de Naciones Unidas: “Our Common Future” (también conocido como el Reporte Brundtland”[5]) de 1987 la sustentabilidad se definió como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las habilidades de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”.
Existen dos visiones para interpretar esta definición de sustentabilidad; la débil y la fuerte.
La sustentabilidad débil establece que para que las futuras generaciones tengan la habilidad de satisfacer sus necesidades es necesario que tengan cuando menos el mismo nivel de capital total con el que cuenta la actual generación. El capital total se entiende como la suma del capital natural (recursos renovables y no renovables), el capital físico (creado por el hombre), el capital humano (personas educadas, sanas y productivas) y el capital social (instituciones y reglas que definen las relaciones humanas).