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En muchos autores modernos este principio se cumple casi a rajatabla, pero en otros, en cambio, es casi imposible separar vida y obra. Este último es el caso de Horacio Quiroga, considerado el gran maestro del cuento hispanoamericano. Sus relatos, llenos de violencia y de muerte, reflejan en gran medida esa tragedia que fue su vida y que rodeó a quienes lo conocieron. No en vano se le ha comparado con Edgar Allan Poe, un autor que tampoco tuvo precisamente una vida fácil. Lo cierto es que basta con leer libros como Cuentos de amor de locura y de muerte para percibir un halo de desgracia que no suele dejar indiferente a nadie. Sin embargo, en Quiroga el malditismo alcanzó ese punto en que la realidad supera a la ficción. Y es que como recoge Jesús Callejo en su libro Enigmas literarios casi todos sus seres queridos acabaron muertos, suicidándose o en aparatosos accidentes.
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