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Respuesta:
Igualdad ante la ley. Para los antiguos egipcios, los niños eran lo más importante. En la familia, la mujer era la «dueña de la casa», a diferencia de la Antigua Grecia o Roma, donde el páter familias era el hombre. Parece que varón y mujer eran iguales ante la ley, en contraste con el derecho griego y el romano.
Explicación:
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Respuesta;Raras son las civilizaciones antiguas donde la mujer podría alcanzar puestos sociales importantes. En Egipto, no solo no son raros los ejemplos de mujeres como funcionarias de alto rango, sino que asombra otra vez (por la época), el descubrir a mujeres en la función suprema de faraón.
Hatshepsut
La sociedad egipcia de la antigüedad, como muchas otras civilizaciones de la época, utilizaban la religión como punto de referencia. Así se justificó el derecho al trono de los faraones: en tanto que eran ungidos de los dioses, tenían derecho divino al trono.
Generalmente, en las sociedades antiguas la transmisión del derecho a gobernar era por línea masculina: El hijo heredaba el poder, y en el caso en que el rey no hubiera tenido ninguno, el trono recaía en los miembros masculinos más cercanos de la familia, tal como hermanos, primos o tíos. Pues aunque el monarca tuviera hijas, estas no podían alcanzar el poder, salvo en el caso de que las hubieran casado con el futuro rey.
En la civilización egipcia, esta obligación de transmisión masculina tuvo diferente valor; la «sangre real» era el factor de legitimidad divina, el criterio determinante para el acceso al trono: esa legitimidad la transmitían las mujeres, por lo que los herederos varones de esposas secundarias se casaban con sus medio hermanas, hijas de la Gran Esposa Real, que a su vez eran hijas de la anterior Gran Esposa Real. Por eso, la «esencia divina» podía ser entregada a la Gran Esposa Real, como fue el caso de Nefertiti, casada con Akenatón.
En algunas ocasiones, los egipcios prefirieron ser gobernados por una mujer de sangre real (por lo tanto divina, según la religión) antes que por un hombre que no la tuviera. Por eso, en tiempos de crisis sucesorias, las mujeres accedían al poder. En ese caso, la reina faraón adoptaba todos los símbolos masculinos, por lo que existen dudas del sexo de ciertos faraones, que podrían ser mujeres.
En la Dinastía XVIII, tras la muerte de Amenhotep I, su sucesor Thutmose I era solo el hijo de una esposa secundaria del faraón difunto; su matrimonio con Ahmose, hermana de Amenhotep, le permitíó ser legitimado divinamente. En la generación siguiente, la princesa Hatshepsut, la hija de Thutmose I y de su Gran Esposa Real, permite a Thutmose II, hijo de una esposa secundaria y por lo tanto medio hermano de la princesa, la subida al trono al casarse esta con él.
Nefertari.
No fue raro en Egipto ver a las mujeres ascender al trono, como hizo Hatshepsut, que lo ocupó en lugar de su sobrino Thutmose III, o la famosa Cleopatra, Cleopatra VII (69 a 30 a. C.), que expulsó a su hermano Ptolomeo XIII del trono. Fue tan conocida por su belleza como por sus amores sucesivos con Julio César y Marco Antonio, dependiendo ambos de ella para legitimar su coronación como reyes de Egipto.
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