• Asignatura: Castellano
  • Autor: luciaroeltaboada
  • hace 7 años

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Había una vez dos mercaderes que eran buenos amigos. Uno de ellos era listo y el otro era tonto; el mercader listo era barbilampiño, como un muchacho, mientras que el otro tenía una hermosa barba, larga y poblada. Un día estaban los dos sentados charlando. El mercader barbilampiño dijo: -Hermano, ¿te gustaría venderme tu barba? -¿Por qué no? Fija tú el precio, amigo mío. Estoy seguro de que serás justo. -De acuerdo. Te daré una buena suma de dinero, pero con una condición. Quiero que la barba siga creciendo en tu cara, pero yo seré quien la cuide: decidiré cómo debe crecer, cómo peinarla, qué perfume poner en ella y cuándo cortarla. Todo se hará según mis deseos. No tendrás derecho a decir nada. La barba será absolutamente mía. El barbudo no puso ninguna objeción: -Perfecto, amigo mío -dijo-. Puedes encargarte de cuidar mi barba. Quiero decir, tu barba. ¡Me saldrá más barata! Así que redactaron un contrato y el mercader barbilampiño le pagó una suma de dinero al otro. A partir de aquel día, el barbilampiño fue muy exigente con el cuidado de la barba que había comprado en la cara de su amigo. Cada vez que le apetecía, lo cual ocurría muchas veces a lo largo del día, iba a retocar la barba que su amigo tenía en la barbilla. No le importaba que el otro tuviera compañía o que estuviese durmiendo. Y a veces tampoco era excesivamente delicado con la propia barba. Tiraba de ella una y otra vez. Unas veces la cortaba en ángulo recto, otras en zigzag. Un día vertía sobre ella un aceite dulcemente perfumado y al día siguiente la untaba con Dios sabe qué. Las quejas del sufrido amigo eran como palabras al viento. Sus súplicas y lamentos se estrellaban contra un muro. -¡Escúchame, amigo, por favor! Te estás comportando como un loco. Deja mi barba en paz. -¡Pues vaya! -gritó el mercader que había comprado la barba-. ¡No haces más que quejarte y protestar! ¿Acaso quieres romper el contrato? Si lo haces, tendrás problemas. La ley está de mi parte. Esta barba me pertenece y tengo derecho a hacer con ella lo que me plazca.-
Pasaron los días. El mercader que había comprado la barba seguía atormentando al mercader que tenía la barba en su barbilla, hasta que un día éste no pudo aguantar más. -Amigo mío, estás convirtiendo mi vida en una pesadilla. Quiero que me devuelvas mi barba. -No digas tonterías. Yo estoy encantado con mi barba en tu barbilla. -Quiero mi barba. Devuélvemela y te pagaré lo que me pidas. -¿Cuánto me ofreces? -Te daré el doble de lo que tú me pagaste. -¿Sólo el doble por esta estupenda barba? Tienes que darme más, hermano. -De acuerdo. Dime cuánto quieres. te daré lo que me pidas. -¡Así se habla! Dame cuatro veces lo que yo te di: ¡ese es el precio justo de tu barba... y de tu necedad! El mercader barbudo pagó lo acordado. Y acto seguido fue al barbero y se afeitó la barba.

Respuestas

Respuesta dada por: luciiiaa
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El de Rinconete y Cortadillo?


luciiiaa: No lo sé, no estoy segura
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