• Asignatura: Religión
  • Autor: lhmartinezf
  • hace 7 años

: ¿por qué el ser humano es un ser en proyección?

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Respuesta dada por: santiago21268204
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Respuesta:

Desde el ángulo científico, la antropología es la ciencia del hombre en cuanto ser psicofísico, o simplemente en cuanto entidad biológica dentro de los demás organismos vivientes, y, en última instancia, dentro de la naturaleza. Por una parte, la antropología científica es un capítulo de la biología o, mejor dicho, un capítulo de la ciencia natural y, por otra, una ciencia que precisa no sólo del auxilio de la biología sino también de la psicología y de la sociología.

Tenemos una antropología moral, otra médica, y otra étnica, y hasta se ha intentado elaborar una antropología filosófica que nosotros preferimos denominar antroposofía, con el objeto de poderla distinguir de las ciencias particulares del hombre.

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La antropología científica y la antroposofía son, consiguientemente, dos disciplinas que coinciden en su objeto material -preocupación acerca del hombre- pero que difieren radicalmente en su objeto formal. En tanto que la antroposofía busca en el hombre sólo las causas primeras, la antropología investiga en el ser humano únicamente los principios próximos o causas segundas.

La antroposofía demarca los límites de las otras ciencias antropológicas y les señala su objeto. Su oficio de ciencia rectora le hace proyectar su luz sobre los descubrimientos y las teorías de la antropología médica, de la antropología moral, de la antropología étnica, etc.

Toda proposición antropológica incompatible con una verdad antroposófica es falsa. Aquí tenemos a la antroposofía en su papel de juez. La metafísica de la existencia humana o antroposofía tiene bajo su dependencia -de un cierto modo- a todas las ciencias especiales, porque sus principios son los primeros en importancia y los máximos en elevación. Aquí tenemos a la antroposofía en su papel de rectora. Las antropologías especiales desarrollan sus demostraciones a partir de ciertos principios o de ciertos datos que no pueden aclarar ni defender. Aquí es cuando interviene la antroposofía en su papel de defensora.

Aunque Aristóteles no llegó nunca a delinear una verdadera antroposofía, bien podemos decir en fórmula aristotélica: el hombre en cuanto tal, tiene una estructura «fundamental» y la antroposofía como ciencia consistirá en la inquisición de estas primalidades del hombre.

¿Qué es el hombre y cuál es su puesto en el universo? Al plantearse esta pregunta, la antroposofía sobrepasa la interrogante científica antropológica por considerar al hombre no sólo en su ser natural, sino también en su ser esencial; no sólo en su puesto dentro de la naturaleza, sino también dentro del espíritu.

Ni el médico estudiando esqueletos, ni el etnólogo razas, ni el sociólogo tribus, ni el lingüista idiomas arcaicos, encontrarán al hombre concreto íntegro, vivo y actual o eterno. Los cultivadores de las ciencias especiales buscan al hombre donde el hombre no está, con instrumentos inapropiados para captar las sutilezas de lo humano. De ahí la certera agudeza de la paradoja de Heidegger: «en ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso con respecto al hombre como   —44→   en la nuestra. En ninguna época se expuso el conocimiento acerca del hombre en forma más penetrante ni más fascinante que en ésta. Ninguna época, hasta la fecha, ha sido capaz de hacer accesible este saber con la rapidez y facilidad que la nuestra. Y, sin embargo, en ningún tiempo se ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. En ninguna época ha sido el hombre tan problemático como en la actual».14

Por encima de la biología está el espíritu. Más allá del organismo está el hombre. A este saber del ser humano se llega por la vía del espíritu. Pero como el hombre es el punto de contacto entre la tierra y el cielo, el itinerario prosigue hasta arribar a Dios. «Una antropología -ha dicho con razón José Gaos- no puede ser acabada si no acaba en teología. No tanto no podemos empezar a hablar de Dios sino hablando primero de nosotros mismos, cuanto no podemos hablar de nosotros mismos sino hablando, por último, de Dios».15

Creo que ya es hora de reivindicar el vocablo «antroposofía», que ha rodado entre las impuras manos de los teósofos. La palabra serviría para designar en el futuro, «una visión primera del hombre; una concepción, a la vez viva y teorética, que haga posible la edificación, sobre ella, de las ciencias particulares» (Pedro Caba). Sobre esta rica y previa visión de conjunto, podrán los hombres de ciencia manejar el arsenal inmenso de datos almacenados en un archivo muerto.

Teodicea y antroposofía serían las dos partes de la metafísica especial. Metafísica porque tiene por objeto al ser inteligible, al ser despojado de la fenomenicidad. Especial porque se refiere no al ser común sino a seres concretos, personales: Dios y el hombre.

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