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Como una bola de nieve imparable sobre una pendiente, así nos llegan cada día noticias de Wuhan. La ciudad China fue la primicia en los noticieros a nivel mundial por el mes de diciembre del año pasado. Como salida de aquel libro casi premonitorio de Albert Camus (La peste), una desconocida epidemia se empezaba a esparcir entre la población local de la ciudad, sin prever las grandes repercusiones que causaría a nivel mundial. ¿SARS, MERS? No. El culpable de la epidemia fue una nueva sepa de coronavirus, ahora conocida con el popular nombre de COVID-19. El origen de la nueva sepa en cuestión ha sido material de investigación y estudio, así como también de conspiración y especulación. Razón contra opinión. Pero es en estas últimas semanas donde la polémica sobre el origen se ha disparado. El gobierno de Estados unidos se encuentra convencido del origen artificial del virus y de un posible error en la manipulación del mismo que abría desencadenado la pandemia (ver). ¿El culpable? El laboratorio de virología de Wuhan, uno de los más seguros y avanzados de toda Asia. Voces a favor y en contra de aquella teoría logran hacerse un eco entre la prensa mundial. Quizá demasiadas para una teoría que no puede aún ser probada ni tampoco desmentida. Sin embargo, ante el panorama especulativo que insiste en imponerse ante nuestros ojos, se revelan también las serias dificultades científicas existentes para comunicar lo que acontece con el COVID-19. Más hechos, menos especulaciones. Debemos reunir todos nuestros esfuerzos para fortalecer el campo de la comunicación científica. En tiempos de pandemia esta resulta ser la única estrategia razonable. Abogar por una comunicación científica eficaz significa reclamar por el legítimo derecho a la información. En tiempos de pandemia resulta imprescindible liberar toda información científica que pudiese ser de ayuda para aplacar al COVID-19 y encontrar una solución lo antes posible a la coyuntura que hoy aqueja al mundo. Esto lo han entendido muy bien algunas de las editoriales científicas, revistas científicas y repositorios más importantes a nivel mundial. En acuerdo solidario editoriales de alto renombre como Elsevier, Springer y Emerald; Revistas científicas reconocidas entre ellas: JAMA, BMJ, Science, Oxford, Cambridge y New England; y repositorios como arXiv y Zenodo se han dado a la tarea de liberar los artículos científicos, investigaciones y preprint (Artículos sin revisión de pares) relacionados con el coronavirus en general y el COVID-19 en particular (Torres-Salinas, 2020, P. 2). Un panorama ideal en tiempos de pandemia.
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