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Hacia finales del siglo XIX, la ciudad se vio confrontada con la urgencia de construir nueva infraestructura como una exigencia impuesta para la transformación de su imagen y de las condiciones de vida de sus habitantes. La modernización de Bogotá hizo necesaria la transformación de espacios públicos y privados siguiendo los paradigmas europeos y norteamericanos sobre la higiene, el ornato y la moral. Mientras la ciudad crecía en términos de población e infraestructura, el volumen de residuos producidos por la población también aumentó. La materialidad de los residuos y el lugar de su disposición en el entorno urbano cambiaron rápidamente. Surgieron nuevas fábricas de cemento, textiles y papel, que se sumaron a las industrias de vidrio, cerveza, jabón y comida procesada de finales del siglo XIX. La economía capitalista industrial no solo trajo consigo el asentamiento de una nueva clase obrera en ciertas áreas urbanas, sino que también introdujo desafíos para los ríos urbanos que jugaron un papel fundamental como parte del sistema de evacuación de residuos. Esto dio origen a un proceso tecnológico de domesticación del agua que fue paralelo a la creciente contaminación de la misma.
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