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Respuesta: xd
Explicación: A viejos y viejas oí relatar, allá en los días de mi infancia, como acaecido en Chancay, el mismo gracioso lance á que un ilustre escritor argentino da por teatro la ciudad de Mendoza. Como no soy de los que se ahogan en poca agua, y como en punto á cantar homilías á tiempos que fueron tanto da un teatro como otro, ahí va la cosa tal como me la contaron.
Cuando el general San Martín desembarcó en Pisco con el ejército patriota, que venía á emprender la ardua faena complementaria de la Independencia americana, no faltaron ministros del Señor, que como el obispo Rangel predicasen atrocidades contra la causa libertadora y sus caudillos.
Que vociferen los que están con las armas en la mano y arriesgando la pelleja, es cosa puesta en razón; pero no lo es que los ministros de un Dios de paz y concordia, que en medio de los estragos de la guerra duermen buen y comen mejor, sean los que más aticen el fuego.
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Cuando el general San Martín desembarcó en Pisco con el ejército libertador no faltaron ministros del Señor que, como el obispo Rangel,
predicasen atrocidades contra la causa libertadora y sus caudillos.
Desempeñando interinamente el curato de Chancay estaba el franciscano fray Matías Zapata que era un español de primera agua, el cual después de la misa dominical, se dirigía a los feligreses exhortándolos con calor para que se mantuviesen fieles a la causa del rey, nuestro amo y señor.
Refiriéndose al generalísimo, lo menos malo que contra él predicaba era lo siguiente:
“Carísimos hermanos: Deben saber que el nombre de ese pícaro insurgente de San Martín es por sí solo una blasfemia, y que está en pecado mortal todo el que lo pronuncie. ¿Qué tiene de santo ese hombre malvado? ¿Llamarse San Martín ese sinvergüenza, con agravio del caritativo santo San Martín de Tours, que dividió su capa entre los pobres? Que se conforme con llamarse sencillamente Martín y le estará bien por lo que tiene de semejante con el pérfido hereje Martín Lutero, y porque como éste, tiene que arder en los profundos infiernos. Deben saber, hermanos y oyentes míos, que declaro excomulgado a todo el que gritare ¡viva San Martín!, que es los mismo que burlarse impíamente de la santidad que Dios da a los buenos”.
No pasaron muchos domingos que el generalísimo trasladara su ejército al norte y sin que las fuerzas patriotas ocuparan Huacho y Chancay. Entre los prisioneros españoles se encontraba fray Matías Zapata que fue conducido ante el excomulgado caudillo.
- - Con que, señor mío –le dijo San Martín- ¿es cierto que me ha comparado con Lutero y que le ha quitado una sílaba a mi apellido?
Al infeliz le entró temblor de nervios y apenas si pudo susurrar la excusa de que había cumplido órdenes de sus superiores. Añadió que estaba dispuesto a predicar devolviéndole a su señoría la sílaba quitada.
- - No me devuelva usted nada –dijo el general- pero sepa que yo, en castigo de su insolencia, le quito también la primera sílaba de su apellido y entienda que lo fusilo sin misericordia el día que se ocurra firmar Zapata. Desde hoy no es usted más que el padre Pata, y téngalo muy presente, padre Pata.