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Hay cuestiones tan introducidas en la vida cotidiana que han perdido interés para estimular nuestra capacidad de reflexión sobre sus fundamentos más profundos. Estoy convencido de que a finales del siglo pasado y después, todavía durante muchos añs, los ciudadanos estrujarían sus mentes interrogándose sobre el fenómeno de la electricidad, su transmisión por cable y su capacidad para mantener incandescente un mínimo filamento que disipara las tinieblas de la noche o de los cuartos oscuros. Los semblantes de aquellos ciudadanos se llenarían de satisfacción cuando al accionar un interruptor la luz se hacía. Hoy, la luz eléctrica es un fenómeno incorporado al modo cotidiano de vivir y sólo acierta a llenarnos de frustración cuando se funden los plomos o el interruptor no funciona. Yo creo que esto pasa porque ya no reflexionamos suficientemente sobre los fascinantes fundamentos físicos y técnicos de la electricidad. El misterio ha sido desvelado por el progreso, como muchos otros, y ha acabado por perder su capacidad de estímulo intelectual.Sin embargo, lo que parecen hechos establecidos y del entendimiento común a veces no lo son tanto. Y menos cuando los indicios impalpables del futuro se convierten en turbulencias en el presente o cuando perdemos la capacidad de predecir porque existe la incertidumbre.