que enseñaba Agustín de Hipona acerca de la trascendencia del ser humano
por favor necesito la respuesta el que la sepa por favor que comparta su conocimiento conmigo.
no me interesan los puntos doy 40 puntos.
Respuestas
Respuesta:Auténticamente, la participación de Agustín a la concepción cristiana
de la persona ha sido extraordinaria y de una singular relevancia en la
vida cultural. Su itinerario intelectual y espiritual constituye un modelo válido también hoy en la relación entre fe y razón, tema esencial no sólo para los creyentes, sino también para quienes buscan
la verdad. Estas dos dimensiones, fe y razón, no deben separarse ni
contraponerse, sino que deben estar siempre unidas. Como escribió
Agustín tras su conversión, fe y razón son “las dos fuerzas que nos
llevan a conocer” (acad. III,20,43). Las numerosas referencias que su
extensa producción escrita recogen sobre la persona humana, constituyen uno de los puntos de arranque de la oferta pedagógica contenida en este Carácter propio.
“Ama y haz lo que quieras porque tu amor y entusiasmo educan por sí
mismos” (Io. eu. tr. 8,8). Cuando se habla de la identidad agustiniana
desde el ser humano, ahondando en el pensamiento y los valores, el
foco transcendental es el amor; amar y ser amado era lo más importante. Esta identidad está encarnada en un proceso que conlleva una
responsabilidad con la vida y que encuentra en el amor el primordial
motor para su desarrollo. El amor arrastra y potencia la actividad de
Explicación:
Respuesta:
Agustín destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega clásica y poseía gran elocuencia. Sus primeros triunfos tuvieron como escenario Madaura y Cartago, donde se especializó en gramática y retórica.
Ante todo, es un hecho notable que los grandes críticos, tanto protestantes como católicos, son casi unánimes en colocar a San Agustín en el rango más alto entre los Doctores y en proclamarlo como el más grande de los Padres. Tal era también la opinión de sus contemporáneos, a juzgar por sus expresiones de entusiasmo recopiladas por los bolandistas. Los papas atribuían una autoridad tan excepcional al Doctor de Hipona que, aun en años más recientes, ha dado lugar a animadas controversias teológicas. Pedro el Venerable resumió de una manera certera el sentimiento general de la Edad Media cuando colocó a Agustín en un rango inmediatamente después del de los Apóstoles; y en los tiempos modernos Bossuet, cuyo genio era muy similar al de Agustín le asigna el primer lugar entre los Doctores y no se limita a llamarlo "el incomparable Agustín" sino también "el Águila de los Doctores," "el Doctor de los Doctores." Si bien el abuso jansenista en la interpretación de sus obras y quizá las exageraciones de ciertos católicos, lo mismo que el ataque de Richard Simon parecieron haber alarmado a algunas mentes, la opinión general no ha variado. En el siglo XIX Stöckl expresó el pensar de todos cuando dijo: "Agustín ha sido justamente llamado el más grande Doctor del mundo católico."
Y la admiración de los críticos protestantes no es menos entusiasta. Más aun, parecería como si ellos hubieran estado en estos últimos tiempos especialmente fascinados por la gran figura de Agustín, como se puede colegir de lo profunda y asiduamente que lo han estudiado (Bindemann, Schaff, Dorner, Reuter, A. Harnack, Eucken, Scheel, etc.) y todos ellos están más o menos de acuerdo con Harnack cuando éste pregunta "¿Dónde en la historia de Occidente ha de encontrarse un hombre cuya influencia pueda compararse con la suya?" Lutero y Calvino se contentaron con tratar a Agustín con un poco menos de irreverencia que aquella con la que trataron a los otros Padres, pero sus descendientes le hacen completa justicia, aunque lo reconocen como el padre del catolicismo romano. De acuerdo con Bindeman, "Agustín es una estrella de extraordinario brillo en el firmamento de la Iglesia. Desde el tiempo de los Apóstoles, nadie lo ha superado." En su History of the Church, el Dr. Kurz llama a Agustín "el mayor, el más poderoso de todos los Padres, aquél de quien proceden todos los desarrollos doctrinales y eclesiásticos de Occidente y a quien traen de nuevo cada crisis recurrente y cada nueva orientación del pensamiento." El mismo Schaff (Saint Augustine, Melanchton, and Neander, p. 98) comparte esta opinión: "En tanto que la mayoría de los grandes hombres en la historia de la Iglesia son reclamados por la confesión católica o por la protestante y por tanto su influencia queda confinada a la una o a la otra, él goza de parte de ambas de un respeto igualmente profundo y duradero." Rudolf Eucken es todavía más osado cuando dice: "En el terreno de la cristiandad propiamente, sólo ha aparecido un filósofo y ése es Agustín." El mitrado inglés W. Cunningham no es menos apreciativo de la magnitud y perpetuidad de esta extraordinaria influencia: "La totalidad de la vida de la Iglesia medieval estaba enmarcada siguiendo lineas que él ha sugerido: sus órdenes religiosas lo reclamaban como patrón, sus místicos encontraron un tono congenial en sus enseñanzas, su forma de gobierno era hasta cierto punto la realización de su descripción de la Iglesia cristiana; en sus varias partes representaba la puesta en práctica de las ideas que él abrigaba y difundía. Tampoco terminó su influencia con la declinación del medievalismo: veremos ahora qué tan cercano está su lenguaje al de Descartes, quien dió el primer impulso a la filosofía moderna y definió su carácter especial." Y, después de haber establecido que la doctrina de San Agustín estaba en el fondo de todas las luchas entre los jansenistas y católicos en la Iglesia de Francia, entre arminianos y calvinistas por el lado de los reformadores, añade: "Y una vez más en nuestra propia tierra, cuando surgió una reacción contra el racionalismo y el erastianismo, fue hacia el Doctor africano hacia quien se volvieron los hombres con entusiasmo: la edición que hizo el Dr. Pusey de las Confesiones fue uno de los primeros frutos del Movimiento de Oxford."
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