Respuestas
29 de Abril de 2014
Por Alonso Díaz de la Vega
Más que una discusión teológica, Dios no está muerto (God’s Not Dead, 2013) es una exhibición de prejuicios. Para combatir la discriminación contra los cristianos en las universidades, esta cinta de Harold Cronk estereotipa, ningunea e impone su visión aun si tiene que matar o convertir a los infieles. La simplona estética, derivada de los bajos fondos de la película para televisión, es la resonancia de una superficial retórica según la cual los ateos son sádicos o cínicos, infectados con este mal, no ideología, debido al trauma y al progresismo; los creyentes en otras religiones son ignominiosos infieles en espera de la gracia de Cristo, y entre los creyentes de las denominaciones cristianas existen héroes de la Palabra como Josh Wheaton (Shane Harper), que muestra la verdad a los incrédulos