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El psicoanálisis es un método terapéutico intensivo y profundo que se centra en aquellos factores que motivan la conducta, los pensamientos y las emociones de las personas pero que escapan a su consciencia.
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Según los diccionarios, función es la acción o servicio propio y específico que se espera de alguien (en nuestro caso del psicoanalista) y trabajo lo que ese alguien debe hacer o se espera que haga para que se cumpla su función. El método psicoanalítico se inició, hace ya casi un centenar de años, como un método terapéutico y es lo que a nuestro entender sigue siendo fundamentalmente, aparte de que también sea, como ya lo definía el propio Freud, un método de investigación y una fuente de conocimiento psicológico. El paciente que pronunció la frase que encabeza este trabajo lo formulaba muy claramente al responder a una pregunta que el analista le hizo cuando aquél se estaba ufanando de colaborar al análisis porque “como usted verá, le estoy diciendo todo cuanto se me ocurre sobre mi enfermedad”. El paciente llevaba años de análisis y era evidente que, en aquel momento, decir cuanto se le ocurría sobre su enfermedad estaba al servicio de la resistencia, de modo que el analista optó espontáneamente por preguntarle: “Pero ¿se analiza usted o su enfermedad?” La respuesta expresaba claramente que quien se analiza es el paciente como persona pero también que la motivación del análisis era la enfermedad (el sufrimiento). Creemos que esta afirmación es generalizable a todo tipo de análisis, puesto que, como dice Vann Sprüiell (1984), “sin motivaciones terapéuticas, la empresa psicoanalítica sería insoportable”. Para nosotros, pues, la función del análisis es fundamentalmente terapéutica, por lo menos en la medida en que lo es en el fondo su motivación, y el trabajo del analista no debiera perder completamente de vista esa característica fundamental de la experiencia psicoanalítica. Hanna Segal (1962a) escribe: “El psicoanalista que se pone a tratar pacientes no debe perder nunca de vista el hecho de que su relación contractual con el paciente es terapéutica. No podemos prometer mejoría ni curación, pero en nuestra aceptación del paciente y de los honorarios que nos paga está implícita nuestra opinión de que el psicoanálisis es el tratamiento de elección para él”.
No obstante, el hecho de que, tan próximo ya el centenario del inicio de la travesía psicoanalítica, nos reunamos ahora para pensar conjuntamente sobre la función y el trabajo del analista es índice de que estos conceptos precisan todavía de un mayor grado de definición y concreción y de que no se ha alcanzado aún un acuerdo general sobre su significado y su contenido, a pesar de los esfuerzos realizados en tal sentido, incluso en algunos de los congresos de la IPA (Symposium on the Theory of the Therapeutic Results of Psychoanalysis, Marienbad, 1936; Symposium on the Curative Factors in Psychoanalysis, Edinburgo, 1961; The Psychoanalist at Work, Madrid, 1983).
Hemos creído conveniente aportar a este debate una reflexión personal desde nuestra propia experiencia y desde nuestra trayectoria profesional que, como ocurre casi siempre en el proceso de la experiencia, va desde el entusiasmo sentido inicialmente por unos planteamientos transmitidos por tradición hasta la reconsideración de los mismos tras los avatares de la experiencia vivida, con sus satisfacciones e insatisfacciones, sus ilusiones y desilusiones, sus éxitos y fracasos, sus compromisos y sus medias tintas. Solo desde la perspectiva de la reflexión sobre la propia experiencia nos parece posible aportar algo mínimamente interesante a un tema que ya está tan debatido desde el punto de vista intelectual y erudito. Fairbain (1958) opina que en la experiencia individual de cada analista se repite un ciclo que va desde un fervor inicial casi “religioso” a un fervor “científico” que va dejando paso, finalmente, a un interés por lo humano. “Si la preocupación científica es demasiado exclusiva, hay mucho riesgo de que el factor humano en la situación terapéutica (representado por la individualidad, el valor personal y las necesidades del paciente) se sacrifique al método, que llega así a tener mayor importancia que los objetivos a los que intenta servir”.
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