Respuestas
Al anochecer los jjajja de Buganda contaban historias a sus nietos y bisnietos alrededor del fuego. Este era el escenario para un momento significativo del día, el trasvase genealógico de conocimiento mediante la palabra. Se trataba de narraciones mitológicas que representaban no solo cosmovisiones vernáculas, sino también enseñanzas holístico-prácticas para la vida individual y en sociedad. Richard Lumu, director de International Theatre Uganda, compañía que promociona el talento performativo de los niños y niñas ugandeses de 7 a 15 años, cuenta que hoy en día las sesiones de cuentacuentos para la vida tienen lugar en el escenario de la clase, así como en actividades extra-escolares como la suya. Los temas de aplicación pedagógica de las leyendas ancestrales de la meseta subcentral de Uganda, llamada Buganda, se han adaptado a las realidades éticas contemporáneas de pequeños y grandes: el medioambiente, asuntos domésticos (género, relaciones, conflictos), educativos y religiosos.
Las propuestas performativas de International Theatre Uganda se caracterizan por una mágica y unísona confluencia escénica de cuatro elementos tradicionales básicos en la tradición performativa ugandesa: palabra, música, movimiento y vestuario, mediante la cual se transmite un significado onírico perdurable en la memoria del espectador.
En la pasada edición del Festival de Teatro CARA-IATA (Caribbean Regional Alliance- International Amateur Theatre Association) celebrado en Antigua y Barbuda (St. John’s 31 agosto- 5 septiembre 2009), International Theatre Uganda en colaboración con la Gayaza Junior School (solo niñas) puso en escena Kintu, el primer hombre de la tierra, leyenda baganda sobre el origen de la vida y de la muerte que paso a relatar a continuación, no sin antes mencionar la belleza emocionante que se logró transmitir desde el escenario hacia el palco de butacas, gracias a una simbiosis innata de trepidante narración; ritmos de tambores, xilófonos, zampoñas y flautas; danzas rituales y vestiduras de olubugo (tejido de corteza vegetal, barkcloth en inglés).
La leyenda de Kintu, el primer hombre de la tierra
Hace mucho, mucho, tiempo había un solo hombre en la tierra. Se llamaba Kintu, y vivía con su vaca. Comía las heces de su compañera y bebía la orina de esta, pues no había nada más que llevarse a la boca. Había también un rey que vivía en el cielo, el poderoso Ggulu, creador de todas las cosas. Ggulu tenía dos hijos, Kayikuuzi y Walumbe (cuyo nombre significa ‘enfermedad’ y ‘muerte’), y una hija, Nambi. De vez en cuando los hijos de Ggulu bajaban a la tierra a jugar un rato. En una de estas ocasiones se toparon con Kintu y es de imaginar la conmoción que les causó a todos el encuentro. Tanto es así que Nambi quedó impresionada con la sencillez de Kintu y con su capacidad de sobrellevar la soledad. A pesar de las reticencias de sus dos hermanos, Nambi se llevó a Kintu de vuelta al cielo para que su padre les concediera el permiso de casarse. Tampoco a Ggulu le gustó demasiado la idea, de manera que se lo puso difícil a Kintu y le sometió a varias pruebas antes de consentir que se casara con su hija. Kintu las pasó todas. Sólo entonces Ggulu consintió que su hija Nambi se casara con Kintu y se fueran a vivir juntos a la tierra, no sin antes, eso sí, aconsejarles que se marcharan en secreto para que Walumbe no se enterara, pues de hacerlo, no les traería más que desgracias. Nambi y Kintu tomaron pues sus vacas, una cabra, una gallina, un ñame y un plátano y se dispusieron para marcharse. Pero mientras descendían hacia la tierra, Nambi se dio cuenta de que se había olvidado el mijo para dar de comer a la gallina y volvió para recogerlo, a pesar del disgusto de Kintu. Fue entonces que Walumbe se enteró de los planes de su hermana y la siguió acechante hasta la tierra. Tras el nacimiento del primer hijo de Kintu y Nambi, Walumbe salió de su guarida para matarlo. Entonces, Ggulu envió a la tierra a su otro hijo, Kayikuuzi, para que obligara a Walumbe a volver al cielo. Kayikuuzi intentó convencer a Walumbe para que subiera al cielo pero éste se negó y Kayikuuzi decidió capturarle por la fuerza. La estrategia de Walumbe fue la de esconderse bajo tierra, así que Kayikuuzi se puso a excavar, en vano, grandes agujeros (5) para dar con él. Al final Kayikuuzi tuvo que volver al cielo sin su hermano. Desde entonces, Walumbe salía periódicamente de su escondite para seguir matando a los hijos sucesivos de su hermana Nambi. Pero Kintu no cesó nunca en el empeño de dejar descendencia, para que, a pesar de Walumbe, sus hijos siguieran poblando la tierra. Ya se lo dijo bien claro en su día a Kayikuuzi: Abaana ba Kintu tebalifa kuggwaawo (los hijos de Kintu, es decir los Baganda, no desaparecerán jamás de la faz de la tierra).