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Explicación:
Con la llegada de los europeos a América, se desató un intenso debate ideológico sobre la naturaleza de sus habitantes para su incorporación, expulsión o destrucción de los territorios que serían dominados por el Imperio español. Dicha controversia se resolvió con el rechazo de la Corona a su esclavitud y, por tanto, a la incorporación de la población aborigen como súbditos con todos sus derechos.
Así, a partir de comienzos del siglo XVI, las leyes de la Corona española establecieron que los aborígenes no serían sometidos a la esclavitud, sino a un régimen de servidumbre denominado encomienda, mediante el cual eran dados a encomenderos españoles. El régimen de encomienda establecía que los aborígenes debían trabajar obligatoriamente para el encomendero, al mismo tiempo que este último se obligaba frente a la Corona del cuidado y «evangelización” de los aborígenes. Uno de los críticos más famosos del sistema de encomiendas fue fray Bartolomé de las Casas, cuya obra más representativa es la Brevísima relación de la destrucción de las Indias.
En América, con la aplicación de las Leyes de Burgos de 1512 se pretendió limitar los abusos de los españoles sobre la población indígena y se buscó que el encomendero tuviera obligaciones de trato justo. Es decir, trabajo y retribución equitativa y la evangelización de los encomendados. No obstante, a medida que el Imperio español se secularizaba, estas obligaciones fueron abandonándose transformando la encomienda en un sistema de trabajo forzado para los pueblos aborígenes en beneficio de los encomenderos.
La encomienda fue una institución característica de la colonización española en América establecida como un derecho otorgado por el rey desde 1523 en favor de un súbdito español, llamado encomendero, con el propósito de que este percibiera los tributos que la población aborigen debía pagar a la Corona en trabajo o en especie y, posteriormente, en dinero.
Respuesta:
a mano de obra constituyó el mayor problema de las Indias", sostiene Manuel Lucena Salmoral. En el transcurso de la era colonial los españoles sometieron a sus súbditos americanos a distintas formas de trabajo. Al mismo tiempo, la esclavitud fue una fuerza laboral muy importante durante este período.
En el contexto del proceso de conquista se esclavizó al nativo, capturado en "guerra justa", para que trabajara en la extracción de metales preciosos y proporcionara alimento a los conquistadores. Las presiones ejercidas por sectores de la Iglesia y la disminución de la población indígena, determinaron que la corona permitiese el ingreso de negros africanos para que sustituyeran a la mano de obra aborigen.
Los esclavos negros fueron empleados fundamentalmente en los sistemas de plantación y, en menor medida, en los lavaderos de oro. También fueron requeridos para el servicio doméstico donde, además, le otorgaban prestigio social a sus amos.
El sostén de la economía colonial fue el indígena americano, considerado legalmente súbdito de la corona y, por tanto, hombre libre. La categoría de súbdito implicaba el pago de un tributo o, en su defecto, un servicio personal a los representantes de la autoridad monárquica en América.
En los dos primeros siglos coloniales la encomienda reguló la fuerza de trabajo y la distribución de la mano de obra. "La encomienda era una vieja institución de carácter feudal, que establecía servidumbre a los señores a cambio de protección para los siervos. Se estableció entregando una comunidad de indios a un español (benemérito) a cambio de los servicios prestados por éste", explica Lucena Salmoral.
El historiador Guillermo Céspedes del Castillo agrega que "el beneficiario (encomendero) cobra y disfruta el tributo de sus indios, en dinero, en especie (alimentos, tejidos, etc.) o en trabajo (construcción de casas, cultivo de tierras o cualquier otro servicio); a cambio de ello, debe amparar y proteger a los indios encomendados e instruirles en la religión católica, por sí o por medio de una persona seglar o eclesiástica (doctrinero) que él mantendrá".
Por lo tanto, la encomienda no implicaba la propiedad sobre los nativos; era una concesión no heredable. Al quedar vacante (sin poseedor) ésta volvía al monarca, quien podía retener a los indígenas bajo administración real o entregarlos a otro encomendero.
Paralelamente a la encomienda funcionó el sistema del repartimiento forzado, que consistió en el trabajo rotativo y obligatorio del indígena en proyectos de obras públicas o trabajos agrícolas considerados vitales para el bienestar de la comunidad. Esta modalidad de trabajo se basaba en reclutamientos laborales precolombinos, como fueron el coatequitl mexicano y la mita peruana, que los españoles aplicaron con un sentido diferente al que tenía en las sociedades nativas.
Las encomiendas paulatinamente fueron perdiendo su razón de ser, entre otros motivos, por la caída de la población aborigen, la desaparición de los conquistadores ávidos de recompensa y la paz que imperó en la mayoría de las provincias. En cambio, los repartimientos persistieron hasta el fin del período colonial.
La corona fue incapaz de conceder encomiendas indígenas al cada vez mayor número de españoles. Por ello, muchos de éstos se vieron forzados a recurrir a otras alternativas para proveerse de mano de obra. Aparecieron de esa manera diversas formas de peonaje y trabajadores libres remunerados.
Especialmente desde finales del siglo XVI, estos sistemas laborales predominaron en gran parte de la América española. Mientras en las haciendas laboraban peones, jornaleros y capataces, en las minas obreros libres ofrecían sus servicios. En las ciudades, por su parte, se constituyó una mano de obra libre calificada, compuesta por plateros, carpinteros, carreteros y gremios de artesanos en general.
Todos las categorías laborales descritas -esclavismo, encomienda, repartimiento, etc.- operaron de manera muy diversa de acuerdo a costumbres y regiones muy variadas. Por ello, las generalizaciones no dan necesariamente cuenta de muchas situaciones locales.
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