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Respuesta: A la necesidad de reducir la contaminación por sus efectos nocivos para la salud y el medio ambiente se puede sumar un poderoso nuevo motivo: su incidencia en pandemias globales como la COVID-19. Los científicos ya han presentado diversos estudios que establecen la relación, aunque la mayoría están sin revisar y presentan limitaciones.
Uno de los trabajos más robustos desde el punto de vista metodológico es el que han realizado investigadores de la Universidad de Harvard. Tras analizar los datos de 3.080 condados en EEUU (prácticamente todo el país), han encontrado una asociación entre mayor mortalidad por coronavirus y niveles más altos de las peligrosas partículas PM 2,5 (con diámetro inferior a 2,5 micras). El aumento de un solo microgramo por metro cúbico en la concentración de estas partículas hace subir un 15 % la tasa de mortalidad.
"Existe un gran solapamiento entre las causas de muerte en pacientes con COVID-19 y las patologías que provoca la exposición a largo plazo a las finas partículas PM 2,5, que contienen microscópicos sólidos o gotas de líquido lo suficientemente pequeños como para que puedan inhalarse y causar serios problemas de salud", explica a SINC uno de los autores del estudio, Xiao Wu.
"Nuestra hipótesis –continúa– es que debido a que la larga exposición a las PM 2,5 perjudica a los sistemas respiratorio y cardiovascular y aumenta el riesgo de mortalidad, también está afectando negativamente a la gravedad de los síntomas de infección por COVID-19 y empeorando el pronóstico de los pacientes con esta enfermedad".
El artículo, enviado al New England Journal of Medicine, refleja las diferencias entre zonas ricas y pobres (más afectadas por el problema) y advierte que un aumento en la exposición a largo plazo a estos contaminantes podría tener consecuencias sobre la pandemia, algo a tener en cuenta a la hora de seguir su evolución y levantar los confinamientos.