que consecuencias provocan las emociones

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Respuesta dada por: AxelCuva
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En una barra, en una reunión o en el trabajo podemos sentir lo que siente el otro, y si no es empatía, puede nublar la razón

"Estar adentro de una barra brava te toma”, dice María Clara. Tiene 26, y aunque es fanática de Peñarol desde toda la vida solo una vez le tocó vivir esa emoción de estar codo a codo con los hinchas más fervientes de su cuadro: “Fue la vez que más canté en mi vida”. Tambores, gritos, cantos, saltos, humo de colores carboneros. En esa multitud las sensaciones se comparten, las emociones se contagian. En el fútbol, estar con otros hinchas que sienten igual por el mismo cuadro, contagia el entusiasmo o la bronca. Valentina, por ejemplo, es de Nacional y no suele ir con la barra brava porque dice que viven distinto a ella el fútbol. “Ellos miran a la hinchada, yo miro a la cancha. Pero cuando cantan como que te olvidás de todos esos líos. Te dejás contagiar por las canciones”. Cuando está en la Colombes , se eriza.

Estar en el centro de una marcha, es otro ejemplo. Caminar al paso lento de los otros que miran por la misma causa, también puede erizar. Como en la hinchada, basta con que un pequeño grupo empiece a cantar para que de a poco se sumen voces y más voces hasta que se escuche un coro de cuadras. Palmas, gritos, cantos, y en el medio de todo lo visible y audible, sensaciones internas que van revolucionando las emociones de los que son parte.

Sucede, también, en un festejo político. O en un concierto de rock con la comunión de los fanáticos. Y en una reunión de amigos. O en la oficina: las emociones, negativas o positivas, se contagian de manera instintiva. Respecto a cómo sucede y qué implicancias puede tener en los otros, no hay respuestas concretas, si bien existen teorías desde la neurociencia a psicoanalíticas y psicosociales que pueden delinear una explicación.

Más allá de las neuronas espejo

Tiene que ver, en parte, con las señales del otro que recibe nuestro cuerpo. “No hay microbios que intermedien, pero la comunicación interpersonal, ya sea el código verbal o el gestual, la percibimos y respondemos al respecto”, indica el psiquiatra y director de la Fundación Cazabajones Pedro Bustelo. En esta línea es posible hablar de los estudios sobre las neuronas espejo, que se activan cuando perciben acciones o movimientos del otro.

Esta facultad neuronal fue descubierta en 1996 por un equipo de la Universidad de Parma en Italia a partir de estudios en el cerebro de monos. Pero no son solo parte de un sistema de imitación, porque permiten, además de hacer propias las emociones de esos otros, llegar a comprenderlas, explicó el neurobiólogo Giacomo Rizzolatti, responsable de la investigación, en una entrevista de 2005 con El País de Madrid.

Va más allá de la especie

El contagio emocional se da tanto en humanos como en otras especies para las que es incluso un método de supervivencia en las manadas. “Es un mecanismo afectivo básico por el cual un organismo sincroniza automáticamente sus estados fisiológicos y de comportamiento con los otros para promover simulación afectiva y altruismo”, definen en un artículo de la revista científica Cuadernos de Neuropsicología.

Mónica Lladó, del Instituto de Psicología Social de la Universidad de la República, explica que estando en grupos grandes o pequeños las personas tendemos a “imitar en términos emocionales, a dejarnos llevar por el subidón de adrenalina y se suspende la razón”. Y es ahí, cuando hay ausencia de razón, que hablamos de contagio emocional, porque el paso siguiente, el que lleva a reflexionar y comprender al otro, es la empatía.

Si bien la neurobiología brindó un sustento biológico al tema, el psicoanálisis ya se había interesado y brindaba una explicación desde el concepto de la histeria. Supone, dice Lladó, “un nivel de identificación masiva emocional que puede producirse de golpe, y que sobre todo sucede mucho más en los adolescentes, que son más propensos a la sugestión”.

El psiquiatra Bustelo pone como ejemplo los hechos vandálicos ocurridos en la zona de Kibón en las últimas semanas. “Ahí estamos hablando del efecto patota, porque cada uno de esos chicos, solos, puede que no hicieran nada de eso, pero contagiados y porque son barra rompen, apedrean, roban. Si estás en grupo la responsabilidad se diluye, la responsabilidad penal inclusive”.

Entre los casos también se puede traer el contagio de la risa. La psicóloga del Centro de Experimentación e Innovación Social (CEIS) Lorena Funcasta recuerda los videos virales donde desconocidos comienzan a reír a carcajadas en un tren por contagio de otros, aún sin conocer la razón que motivaba esa risa: “Se entiende que las personas tenemos la capacidad innata para sincronizar con los estados afectivos del otro. Imitamos expresiones faciales, voces, posturas y movimientos, lo que da lugar a una convergencia emocional con el otro de forma automática, no controlada e inconsciente”.

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