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Respuesta:
El sonido es movimiento y por eso está dotado de dos variables fundamentales: tiempo (dinámico) y espacio (medio). En música, ambas ideas están también en su base: sucesión de sonidos en el tiempo en un determinado espacio.
Los primeros sonidos a los que todo ser humano está expuesto son los biológicos: ritmo cardíaco, respiración, sonidos del aparato digestivo, voz, etc. Aún antes de poder ver, el ser humano está dotado de capacidad para percibir sutilezas en la expresión y el reconocimiento de la voz, permaneciendo esta capacidad con nosotros toda la vida. Por ello, somos capaces de detectar el estado de humor de los otros por la expresión de su voz. Lope de Vega lo expresaba así en su bello verso “Mal puede tener la voz tranquila quien tiene el corazón temblando”.
También el comienzo del universo es explicado por la física moderna como una gran explosión (Big–Bang) que debió suponer un colosal y apocalíptico ruido absoluto y sobrecogedor, y por las diferentes religiones como un acto ciego y sonoro “Dios creó el cielo y la tierra con su boca” o “Dios nombró el universo pensando en voz alta”. Los dioses terribles existieron a partir del trueno, los fructíferos a partir del agua, los mágicos a partir de la risa y los místicos a partir de los ecos distantes.
Los diferentes materiales inmóviles y, por tanto, no sonoros que conforman el espacio también son fundamentales en la creación de ambientes sonoros ya que dependiendo de dichos materiales (piedra, madera, metal, etc.) las características acústicas son distintas. Así en las iglesias góticas construidas en piedra y con gran altura se crea un tiempo de reverberación largo en las bajas frecuencias, lo que produce una sensación particular de carácter oscuro en comparación con la acústica de las iglesias barrocas en cuyo interior la abundancia de madera favorece el aumento de reverberación en las altas frecuencias
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