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Vamos a por la primera de las quince claves para crear un buen personaje: conocerlo. Ya sé que suena a obvio, pero no lo es. Cuando entrevisto a un escritor reconocido, véase Almudena Grandes, Rosa Montero, Julia Navarro, Juan José Millás, Santiago Posteguillo, Joël Dicker o Karl Ove Knausgård, por poner algunos ejemplos, siempre pregunto (off the record o no) cómo crea a sus personajes más redondos. ¿Sabes que me respondieron uno a uno? Conociéndolos como si vivieran con ellos.
Ana María Matute contaba que se sentaba a comer con sus personajes antes y cuando estaba escribiendo un libro, a veces, también después. Ahí está la prueba de esta obviedad tan certera e importante.
No se trata de hacer fichas o esquemas. Ni de planificar qué va a hacer tu personaje durante toda la novela, que también. Se trata de saber cómo funciona tu cerebro y qué hace cuando crea.
Si conoces a tus personajes mejor que a tus mejores amigos, siempre sabrás cómo tiene que reaccionar y tu cerebro nunca te traicionará haciéndoles hacer, decir, sentir o pensar cosas que jamás harían, dirían, sentirían o pensarían. O peor, nunca los defenestrarás y harás que vayan por la trama como pollo sin cabeza, haberlos haylos.
La primera regla de oro de un buen personaje es que sea verosímil. Una mala contestación, un gesto inapropiado o un pensamiento fuera de lugar y tu personaje estará muerto. El lector lo habrá enterrado para siempre y a ti con él. Hay pocas cosas menos perdonables que un personaje desdibujado o impostado.
la construcción de un buen personaje
Al hilo de lo anterior, hay que tener en cuenta un dato muy importante: la construcción de un buen personaje no está obligadamente unida a las descripciones. Es evidente que hay que contar cómo es, pero para ello tienes muchas técnicas a mano que no pasan por hacerle un repaso físico y mental nada más comenzar la novela. Esto es un vade retro como la copa de un pino.
El lector no conoce al personaje, si le lanzas un párrafo enorme para describirlo, lo mejor que te puede pasar es que se lo salte; lo peor, que cierre el libro. No le interesa en absoluto nada de ese personaje porque aún no lo conoce y, por supuesto, no lo quiere. En estos casos, la descripción cae como un gran pedrusco en la cabeza del lector y arrasa con todo lo demás, también con tu novela.
Al hilo, es necesario que sepas que es mucho más efectivo que el primer contacto del lector con tu personaje sea a través de una acción que de una descripción.
Cuidado con los pensamientos
Es más, un pensamiento es mucho más efectivo que una descripción. Aunque ojo con los pensamientos. Si nada más entrar en escena tu personaje se lanza a perorar sobre temas variados, sin que el lector aún lo conozca de nada, el efecto será un sopor terrible para él. No lo conoce, no le interesa lo que piensa, aún.
Sin embargo, es muy efectivo, por ejemplo, hacer ver qué piensa otro personaje sobre el protagonista. El lector debe sentirse parte activa de la historia, déjale que descubra él mismo al personaje. Ese es un gran truco para que lo ame o lo odie, según las necesidades de la trama.
Las descripciones, a pesar de los pesares
A pesar de lo dicho arriba, evidentemente, las descripciones son importantes para la construcción de un personaje, qué duda cabe. En este caso, es primordial que valores y priorices los datos que vas a contar del personaje y vayas trufando lo que pasa con sus descripciones que no siempre tiene que hacerlas el narrador, también otros personajes, también el o la protagonista.
Un buen personaje es único
Este punto es muy importante. Huye de los estereotipos para no volver nunca jamás. Ya sé que es difícil, a veces, imposible. Da miedo que nadie se identifique con tu personaje, pero no queda más remedio.
¿Quieres un gran personaje? Tiene que ser único. En sus gestos, en su forma de hablar, en su forma de moverse por las escenas, en sus reacciones, en sus querencias, en todo. Y aquí volvemos al principio (para ser redondos también): se consigue conociendo perfectamente al personaje. Desde que nace hasta que se muere, todo, absolutamente todo. Aunque la trama de la novela solo cuente cinco años de su vida, un día, dos segundos (esto es pasarse, lo sé), tu obligación es conocerlo.
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