Porque la academia de ciencias ofreció un permiso para quien resolvería el problema de la generación espontánea
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Explicación:
En 1862, la Academia de Ciencias de París quiso poner fin a la disputa. Ofreció un premio a quien, con sus experimentos, contribuyera a decantar la balanza. Pero los partidarios de la generación espontánea, encabezados por Pouchet, se retiraron del concurso en protesta por el, según ellos, favoritismo del comité evaluador con respecto a Pasteur (algo del todo cierto).
Este, sin oponentes, recibió el premio por un trabajo redactado un año antes en el que demostraba que la descomposición de una variedad de sustancias se debía a gérmenes que viajaban por el aire. Pouchet y sus colaboradores no se dieron por vencidos, y en 1864 lograron que se estableciera una segunda comisión para seguir dilucidando el problema. Esto causó indignación en la Academia, ya que la mayor parte de sus miembros consideraba el asunto zanjado.
Ante la nueva hostilidad del jurado, Pouchet decidió retirarse por segunda vez. Mermaba así su credibilidad, pero evitó el bochorno de una derrota decidida de antemano. Pasteur no había perdido el tiempo: concibió un procedimiento que ha pasado a la historia de la ciencia como una elegante demostración práctica de la inexistencia de la generación espontánea.
Para su experimento, empleó un nuevo tipo de matraz, llamado de cuello de cisne por su forma en S. En él vertió infusión de levadura, que luego hirvió para esterilizar. El hervor produjo vapor de agua, que, al condensarse, se acumuló en la curva inferior del cuello de cisne. Esta agua atrapada impedía la entrada de microorganismos presentes en el aire.
El líquido permanecía incorrupto y aislado del aire contaminante... hasta que Pasteur rompió el cuello de cisne. Solo entonces se estableció una comunicación con el medio exterior, lo que permitió que los contaminantes entraran en el matraz y aparecieran colonias de microorganismos.
Camino a la pasteurización
Pasteur salió triunfador de la contienda y su indiscutible imagen de genio de la biología se reforzó ante la sociedad francesa. Sin embargo, un detalle aparentemente Insignificante podía haber otorgado el éxito a Pouchet, sembrando de nuevo la discordia. Pasteur y Pouchet habían empleado distintos medios nutritivos en sus experimentos; infusiones de levadura el primero y de heno el segundo.
Pasteur descubrió que para eliminar los gérmenes es necesario alcanzar temperaturas superiores a los 120 ºC
Cuando se hierve una infusión de levadura, se mata toda forma de vida. No ocurre lo mismo con la de heno, ya que posee una espora capaz de sobrevivir a la ebullición. La resistencia de las esporas de heno no se descubrió hasta 1876. Algunos investigadores apuntan que si Pouchet hubiese tenido más templanza y no hubiera abandonado el concurso, podría haber obtenido un triunfo inesperado con sus destilados de heno, aunque estuviera en lo falso.
Su éxito, no obstante, habría sido efímero. Años después, Pasteur descubrió que para eliminar todos los gérmenes es necesario alcanzar temperaturas ligeramente superiores a los 120 ºC. Su hallazgo permitió desarrollar el autoclave, un instrumento que permite alcanzar los 121 ºC de ebullición del agua gracias al aumento de la presión. Un aparato, pues, indispensable para la asepsia en quirófanos, la esterilización de alimentos o el tratamiento de materiales.
En efecto, el legado de Pasteur ha sido uno de los más fructíferos en la comprensión de procesos biológicos fundamentales y, por extensión, en la mejora de la salud humana. Vivimos más años y con mejor calidad gracias al trabajo de este biólogo.