¿Por qué los gobiernos liberales terminaron su periodo en 1946?

Respuestas

Respuesta dada por: genesisdfiguera2003
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Respuesta:La crisis del año 29 en la bolsa de Nueva York dio comienzo a la Gran Depresión económica en el mundo entero. En Europa reinaba un gran desorden: surgían los fascismos en Italia y Alemania, mientras que en España caía la monarquía y se proclamaba la República. En los Estados Unidos el demócrata Franklin Roosevelt era elegido presidente e iniciaba la política económica del New Deal. En toda América Latina florecían las dictaduras militares —salvo en México, donde imperaba la dictadura civil del Partido Revolucionario Institucional, PRI—. Pero en Colombia todo parecía inconmovible. Cuenta un historiador: “Todo era conservador: el Congreso, la Corte Suprema, el Consejo de Estado, el Ejército, la Policía, la burocracia”. Por eso cuando en la Convención Liberal de 1929 Alfonso López Pumarejo advirtió a su partido que debía prepararse para asumir el poder, nadie lo creyó posible.

Explicación:La oposición y la pausa

Por livianas al principio y casi sólo cosméticas que resultaran al final las reformas políticas y sociales impulsadas por la llamada Revolución en Marcha, el caso es que irritaron profundamente a los grandes propietarios del campo y a los industriales de las ciudades, enfurecieron al clero que veía recortados sus privilegios y su influencia, e indignaron por principio a los conservadores; y al mismo tiempo decepcionaron a los sectores populares y obreros, que esperaban mucho más de sus promesas.

La intrusión del mundo

Para complicar las cosas estalló la Segunda Guerra Mundial, y a través de los periódicos liberales y conservadores la compleja política del mundo se coló de sopetón en la provinciana política colombiana: el fascismo, el nazismo hitleriano, el comunismo soviético; y se coló también a través de la geopolítica por causa de la cercanía del estratégico Canal de Panamá. Pero el presidente norteamericano Franklin Roosevelt inventó la Política del Buen Vecino para pastorear las repúblicas americanas contra la posible tentación germanófila, cuyo influyente representante en Colombia era Laureano Gómez, jefe casi indiscutido del Partido Conservador: sus únicos competidores eran los llamados “Leopardos”, más fascistas que nazis. Para Gómez, fervoroso antiyanqui como lo era casi toda su generación por cuenta del zarpazo imperial del primer Roosevelt, era preferible que el Canal estuviera en manos alemanas o japonesas (del llamado Eje Berlín-Roma-Tokio) a que lo siguieran administrando los Estados Unidos.

Un hombre y un pueblo

Pero desde el otro extremo del arco iris político estaba también Gaitán: un parlamentario izquierdista venido de las clases medias bogotanas que había iniciado su carrera con las denuncias contra la United Fruit Company por la Matanza de las Bananeras a finales de los años veinte. Ante su creciente fuerza política, era visto por sus críticos del conservatismo o de los sectores más derechistas del liberalismo como un simple demagogo agitador de masas, con retazos de socialismo jauresiano e ínfulas de caudillo mussoliniano (había estudiado en Italia en los años del auge del fascismo). Un orador torrencial a quien amaban las masas populares —que en las fotografías y películas de la época se ven como mares de sombreros negros— cuando peroraba: “¡Yo no soy un hombre, yo soy un pueblo!”. Un serio pensador socialista —como lo había mostrado en su tesis sobre las ideas socialistas en Colombia—, y un político ambicioso, y tan odiado como adorado.

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