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¿La Democracia Ateniense era verdaderamente democrática?
¿En qué aspectos era distinta a nuestro sistema democrático actual?
Respuestas
Respuesta:
1. Características fundamentales de la democracia ateniense son dos: que se trataba de una democracia directa, en la que todos los ciudadanos participaban de las decisiones políticas y que todos los cargos públicos eran elegidos por sorteo entre el conjunto de los ciudadanos
2. . Las elecciones también se han vuelto menos efectivas para legitimar los poderes, aunque siga siendo evidente que la característica mínima de un sistema democrático reside en la elección de los gobiernos por parte de los gobernados. Esta afirmación fundacional ha cubierto desde el primer momento una importante aproximación: la asimilación práctica de la voluntad general a la expresión mayoritaria. Pero no se la ha discutido. El hecho de que el voto de la mayoría establezca la legitimidad de un poder ha sido, en efecto, universalmente admitido como un procedimiento identificado con la esencia misma del hecho democrático. La legitimidad definida en estos términos se impuso naturalmente como ruptura con el mundo antiguo, en el que las minorías dictaban su ley. La evocación de la «gran mayoría» o de la «inmensa mayoría» bastaba entonces para dar cuerpo a la afirmación de los derechos de muchos frente a la voluntad claramente particular de regímenes despóticos o aristocráticos. Pero el hecho es que así se han entremezclado en la elección democrática un principio de justificación y una técnica de decisión. Su asimilación rutinaria terminó enmascarando la contradicción latente que los sustentaba. Los dos no son de hecho de la misma naturaleza. En tanto procedimiento, la noción de mayoría puede imponerse al espíritu, pero no es lo mismo si se la entiende sociológicamente. En este último caso, adquiere una dimensión inevitablemente aritmética: designa lo que sigue siendo una fracción, aun si es dominante, del pueblo. Ahora bien, la justificación del poder a través de las urnas siempre se ha referido implícitamente a la idea de una voluntad general y, por lo tanto, a un pueblo como figura del conjunto de la sociedad. Se ha hecho como si el número más grande valiera para la totalidad y como si la elección mayoritaria fuera por tanto suficiente para justificar la acción de los gobernantes. Esta aproximación ha hecho olvidar que la democracia electoral se basaba en algo que pertenece al orden de una ficción, en el sentido jurídico del término. El problema es que esta ficción se ha vuelto cada vez más problemática por una razón importante: el término mismo de «mayoría» ya no tiene el valor simbólico y práctico que antes poseía. Aunque quede perfectamente definido en términos aritméticos y jurídicos, muy difícilmente pueda serlo en términos sociológicos. El interés del número más grande no se puede asimilar tan fácilmente como en el pasado al de una mayoría. El «pueblo» ya no es aprehendido como una masa homogénea, sino más bien como una sucesión de historias singulares, una suma de situaciones específicas. Es por esto que las sociedades contemporáneas se comprenden cada vez más a partir de la noción de minoría. La minoría ya no es la «pequeña parte» (que debe someterse a una «gran parte»): se ha convertido en una de las múltiples expresiones difractadas de la totalidad social. La sociedad actualmente se manifiesta bajo la apariencia de una amplia presentación de las condiciones minoritarias. «Pueblo» es ahora también el plural de «minoría».
3. La temporalidad de la vida política, por su parte, se ha transformado de diferentes maneras. El concepto de programa, en primer lugar, ha perdido su consistencia en un mundo dominado por la incertidumbre, en el que cotidianamente es preciso lidiar con crisis locales y acontecimientos internacionales. Los programas partidarios, que alguna vez fueron el centro de las campañas electorales y delineaban los grandes contrastes entre los partidos, se suponía que debían ser puestos luego en práctica. Establecían de esta manera un vínculo entre el momento de la elección y el tiempo de la acción gubernamental. Pero la nueva relación con la urgencia, ligada a una mayor personalización de las confrontaciones, ha modificado esta capacidad de «proyección democrática» de la elección. Al mismo tiempo, esta última se ha reducido a un simple proceso de nominación y se encuentra ya ligada solo débilmente a una forma de validación de las decisiones de los gobernantes. Cabe agregar que, en este contexto, el voto retrospectivo (retrospective voting) ya no desempeña su rol más que como una democracia de rechazo, como una democracia negativa. No cumple ya una función reguladora. No contribuye al control de los gobernantes una vez elegidos, sino a una democracia de ejercicio que prolonga la democracia de autorización.
Explicación:
¿La democracia ateniense era verdaderamente democrática?
En primer lugar debemos entender en qué consiste la democracia.
La democracia es una forma de gobierno en la que el poder reside en la ciudadanía, en el pueblo. En la democracia ateniense la ciudadanía se organizaba en forma de Asamblea (también conocida como ekklesía), y discutía los temas a tratar. Las decisiones que tengan más votos eran las que eran aceptadas. Dicha Asamblea tenía un gran poder. Podía dar órdenes ejecutivas, elegir funcionarios, legislar y juzgar delitos.
Hasta ahora, si el pueblo estaba organizado en forma de Asamblea y el poder residía en esta, podemos decir que la democracia ateniense sí era democrática. Sin embargo, debemos entender qué personas estaban habilitadas a componer dicha Asamblea (porque no, no podía ser cualquier persona). Se admitía únicamente a los ciudadanos griegos que sean varones y a su vez con entrenamiento militar (un entrenamiento brindado en la efebia, algo así como un servicio militar). Esto significa que las mujeres, niños y metecos (ciudadanos extranjeros). A su vez, no se les permitía votar a los esclavos ni a aquellos ciudadanos con alguna deuda.
Entonces nos preguntamos, ¿qué tanta no podía participar? Bastante. De hecho, la mayoría de la población no podía votar; solo algunos pocos eran los privilegiados que podían decidir sobre Atenas e integrar la Asamblea.
Por tanto, la democracia ateniense no era exactamente democrática, ya que las características que se esperaban para la admisión de una persona en la Asamblea eran demasiado estrictas. Sin embargo, cabe destacar que es prácticamente imposible que el poder esté en absolutamente todo el pueblo.
¿En qué aspectos era distinta a nuestro sistema actual?
La democracia ateniense se caracterizaba principalmente por su Asamblea. En esta participaban los ciudadanos (aunque como vimos no eran todos). Cada decisión era decidida en la Asamblea. Se utilizaba la oralidad para discutir, y es por esto que los que mejores discursos elaboraban mayor convicción generaban en la Asamblea.
Luego, tiene la característica de que los cargos eran generados por sorteo (algunos eran votados por la Asamblea), ni tampoco había partidos políticos (al menos no como se los conoce ahora).
Estas principales característica es lo que diferencia nuestras democracias actuales con la ateniense. Además, cabe destacar que las democracias actuales son representativas.
Ambas democracias consiste en el ideal de que el pueblo decide. Sin embargo, la organización política es diferente. En la actualidad, los ciudadanos eligen y ahí se forma un equipo político de Presidente, Vicepresidente, Ministros, etc., pero no es al azar. A su vez, el pueblo no decide todo tampoco, ya que para delitos, por ejemplo, esta el órgano judicial (jueces, etc.) que son los que toman las decisiones referentes a la Justicia.
Y esas son brevemente las características de la democracia ateniense y sus diferencias respecto a la actual.
Espero que te haya servido.