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La transformación política mexicana de los últimos treinta años es un proceso complejo y conflictivo que, como todo cambio social, se delinea a largo plazo y hace falta tanto conocer como encauzar. Parece oportuno insistir en un diagnóstico crítico global de los alcances y límites de tales mutaciones, para reflexionar sobre cómo se han transformado en concreto los vínculos sociales y políticos en el paso de una sociedad autoritaria a una democrática. También puede contribuir a pensar el problema del cambio político por venir, cómo profundizarlo y cómo lograr el progreso de la sociedad.
La situación política de México presenta procesos en buena medida en desarrollo, de transformaciones o transiciones político-institucionales y democráticas, que en sus aspectos fundamentales y básicos se encuentra aún en formación. Tenemos frente a nosotros desarrollos políticos desiguales en sus alcances; en particular, una construcción democrática inacabada, que en el horizonte de la consolidación de una democracia eficaz y productiva presenta debilidades y deficiencias. De manera que la descripción y explicación analítica del estado actual, tanto del sistema político como del régimen político y del Estado, debe vérselas con una situación de formas inconclusas o interrumpidas, suspendidas o no logradas. Por lo anterior, parece oportuno acercarse al análisis de las transformaciones políticas mexicanas en las últimas tres décadas, procurando un enfoque adecuado al estudio de los cambios sociales, esto es, observando los claroscuros de los cambios, las ambivalencias y ambigüedades que acompañan sus avances y rezagos.
Los cambios sociales se manifiestan, principalmente, por medio del aprendizaje colectivo en la construcción de instituciones, normas y valores necesarios para la reorganización del gobierno de la sociedad. En especial para el objetivo de la consolidación de la democracia de nuestros días, de tipo constitucional, representativa y plural, la reforma y reorganización política se realiza mediante las condiciones estructurales (institucionales y jurídicas) que la hacen posible, efectiva y sustentable. A este propósito, y junto con el enfoque mencionado —prudente pero riguroso—, puede resultar interesante reflexionar sobre tales mutaciones, tomando como eje problemático la institucionalización de las transformaciones experimentadas y específicamente el tema de la construcción del Estado de derecho en México. La vinculación entre democracia y Estado de derecho prueba ser central y decisiva en más de un sentido, incluso no a pesar de las limitaciones observables de la actual situación política, sino precisamente con motivo de su persistencia.