explica como te pueden sorprender estos elementos momentos y causar admirador la montaña, el bosque, la hojarasca de los arboles, la tormenta, el amanecer o atardecer,la caída del sol
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la verdad es que nos sorprende mucho lo que Dios hizo que aveces dudamos que fue el quien lo creo pero todo tiene sentido, tiene mas sentido decir de que Dios si creo el mundo que decir que no lo creo y ha todos nos sorprende y pues al ver los arboles me asombramos de una manera muy creativa, al ver que la lluvia cae de los cielos uno se imagina lo grande que es Dios y es que no existen palabras para explicar lo que Dios hizo a mandar el sol a que de luz de día y la luna de noche es algo hermoso y lo admiramos por que nosotros no lo podemos hacer por que si lo diéramos para hacer para nosotros fuera muy fácil gobernar el mundo y todo lo que en el hay entonces lo que Dios hizo es algo grande que no existen palabras todo lo que hoy gozamos la brisa, la luz, el sol, los arboles, las aguas, la luna, el cielo el ser humano,etc es por que Dios lo permite cuando el sol cae nos preguntamos quien manda a el sol a caer por las tardes y a levantarse por las madrugadas y buscamos miles y miles de argumentos que expliquen de la ciencia y de que no fue Dios pero aunque tratemos no hay argumento que tenga coherencia ante la palabra de Dios...
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El primero que me habló de Basilio Fernández fue Antonio Gamoneda. En realidad, no me habló
de él, sino que me lo regaló: un día encontré en el buzón un sobre con un libro desconocido, Poemas
(1927-1987), de un autor desconocido, Basilio, publicado por una editorial desconocida, Llibros del
Pexe, que hoy, cuando escribo estas líneas, ya ha desaparecido. Al volumen acompañaba una lacónica
nota: «Léete esto», me ordenaba. No me sorprendió ni su obsequio ni su mandato: Gamoneda
difunde a los poetas que le gustan, como ya había hecho, en mi caso, con José Vega Merino, al que
él define como «uno de sus suicidas», y como volvería a hacer con el iraquí Faik Husein, otro
desconocido, del que me enviaría, años después, las fotocopias de su único poemario publicado en
España, Las escamas del corazón, que había visto la luz en la benemérita colección «Provincia», de
León, dirigida por el propio Gamoneda. Y esa promoción es, no solo una prueba de su sincero amor
por la poesía, sino también de su humilde y constante contribución al placer compartido de la
palabra, algo que, paradójicamente, se observa en muy pocos grandes autores, quizá porque están
demasiado absortos en su propia grandeza. Pero vuelvo a Basilio, cuyo libro empecé a leer
enseguida. Y, al hacerlo, caí en la cuenta de que no me era tan desconocido como yo creía.
Recordaba vagamente que, algunos años atrás, había oído hablar de un poeta secreto, inédito en
vida, al que habían otorgado el Premio Nacional de Poesía, aunque no me acordaba de su nombre.
Recordaba también, incluso con más claridad que el propio hecho narrado, el deje de incredulidad
en la voz de quien me lo refería, como si la vida literaria española estuviese llena de hechos absurdos
como aquel, o de arcanos inexplicables. Los poemas de Basilio me revelaron enseguida que, por el
contrario, el Premio —y el aprecio de Gamoneda— estaban justificados. Su obra es deslumbrante,
aunque ese deslumbramiento no se imponga desde el principio, sino que crezca gradualmente, desde
el creacionismo lúdico y, por imitado, radical de su juventud, hasta un existencialismo virulento y
deshilachado, que se va nutriendo de sucesivas experiencias vitales y mutaciones ideológicas. El
resultado es una poesía única, en la que el metaforismo audaz, el martilleo aliterativo y la libertad
asociativa del irracionalismo se alían para expresar un pensamiento poseído por la convicción de que
se ha renunciado al propio destino y, en consecuencia, por la melancolía, amarga y desengañada, por
lo que se ha perdido, o, dicho con más justeza, por lo que se habría podido vivir y no se ha vivido.
En efecto, la obra de Basilio constituye el reflejo o la sublimación de su renuncia personal al destino
de poeta, y del dolor que esa renuncia le inflige. Tiene, pues, una fuerte impronta biográfica, porque
los hechos y las decisiones de su vida determinan la inflexión y el contenido de su poesía, y porque
sus circunstancias personales se transparentan en un amplio abanico de símbolos y analogías, e
incluso de opciones léxicas
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