cuento corto inventados relacionados con el mate y la luna
Respuestas
De noche Yací, la luna, alumbra desde el cielo misionero las copas de los árboles y el agua de las cataratas. Eso es todo lo que conocía de la selva: los enormes torrentes y el colchón verde del follaje, que casi no deja pasar la luz. Pero Yací es curiosa y quiso ver por sí misma las maravillas de las que le hablaron el sol y las nubes: los hermosos colores de los picaflores, la gran variedad de plantas y flores y los picos brillantes de los tucanes.
Un día bajó a la tierra acompañada de Araí, la nube, y juntas, convertidas en muchachas, se pusieron a recorrer la selva. Era el mediodía y el rumor de la selva las invadió, por eso era imposible que escucharan los pasos sigilosos del yaguareté que se acercaba listo para sorprenderlas, dispuesto a atacar. Pero en ese mismo instante un viejo cazador guaraní que venía siguiendo al yaguareté disparó una flecha, y el animal, asustado, huyó rápidamente.
La luna y la nube, agradecidas, se acercaron al viejo y le hablaron:
- Yo soy Yací y ella es mi amiga Araí. Queremos darte las gracias por salvar nuestras vidas. Fuiste muy valiente, por eso voy a entregarte un premio y un secreto. Mañana, cuando despiertes, vas a encontrar ante tu puerta una planta nueva llamada caá. Con sus hojas, tostadas y molidas, se prepara una infusión que acerca los corazones y ahuyenta la soledad. Es mi regalo para vos, tus hijos y los hijos de tus hijos.
Al día siguiente, al salir de su casa, el viejo vio maravillado la planta prometida por Yací. Siguió sus instrucciones: tostó las hojas, las molió y colocó dentro de una calabacita hueca. Buscó una caña fina, vertió agua y probó la nueva bebida. El recipiente fue pasando de mano en mano: había nacido el mate.
Respuesta:
mes das una corona te lo agradeceré
Explicación:
Cuento
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Lo que les voy a contar ocurrió hace mucho, mucho tiempo, cuando yo iba a visitar a mi tía Nina. Ella vivía en una casa antigua, con un gran patio y muchas flores. A mí me encantaba ir a dormir con Nina porque podía jugar en su jardín por las mañanas, ayudarle a cocinar y sobre todo…¡Desayunar en la cama!
Siempre tendía para mí un sofá que estaba contra una pared de su dormitorio. Allí me acostaba cada noche y mientras me dormía, me gustaba mirar una gran mancha de humedad que había en esa pared. Buscaba adivinar en esa mancha formas, caras, personajes. Una noche de lluvia ocurrió algo muy extraño. De pronto, vi salir de la pared algo extraordinario. Parecía un fantasma de algodón…pero oscuro, tan oscuro como las nubes que anuncian chaparrones. Sentí que tocaba uno de mis hombros mientras se transformaba en una dama gris de increíble belleza y decía con voz muy profunda, pero dulce y amable: