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En un sentido amplio, un creacionista es alguien que cree en un dios que es creador absoluto del cielo y de la tierra, a partir de la nada, por un acto de libre albedrío. Se piensa generalmente en tal deidad como constantemente involucrada (“inmanente”) en la creación, preparada para intervenir cuando sea necesario, y sin cuya constante preocupación la creación cesaría o desaparecería. Cristianos, judíos y musulmanes son todos creacionistas en este sentido. Generalmente se les conoce como “teístas”, para distinguirlos de los “deístas”, que son aquellos que creen que existe un diseñador que podría o no haber creado el material sobre el que él (o ella o eso) está trabajando y quien no interfiere una vez que el acto de diseño está finalizando. El objetivo de esta discusión se centra en un sentido más restringido de creacionismo, el sentido que uno encuentra normalmente en los escritos populares (especialmente en Estados Unidos en la actualidad). Aquí, creacionismo significa tomar la Biblia, particularmente los primeros capítulos del Génesis, como guías literalmente verdaderas de la historia del universo y de la historia de la vida, que nos incluye a nosotros, los seres humanos, aquí en la Tierra (Numbers 1992).
El creacionismo en este sentido más restringido conlleva una serie de creencias. Estas creencias incluyen considerar un tiempo breve trascurrido desde el inicio de todo: los “creacionistas de la Tierra Joven” piensan que el cálculo del Arzobispo Usher en el siglo XVI de alrededor de 6000 años es una buena estimación y también se menciona que hubo seis días de creación (aquí surge un debate acerca del significado de “día” en este contexto, donde algunos insisten en periodos literales de 24 horas, y otros autores optan por ser más flexibles). Estas creencias a su vez sostienen que hubo una creación milagrosa de toda la vida que incluye al Homo sapiens (aquí se admite la posibilidad de debatir si Adán y Eva aparecieron juntos o si Eva apareció más tarde para hacerle compañía a Adán). Asimismo, mencionan que sucedió una inundación en todo el mundo en algún momento después de la creación a la cual solamente un número limitado de seres humanos y animales sobrevivió y otros sucesos que tuvieron lugar como la Torre de Babel y la conversión de la mujer de Lot en una estatua de sal.
Los creacionistas (en este sentido restringido) han sido reconocidos de diversas maneras como fundamentalistas o literalistas bíblicos, y algunas veces –especialmente cuando defienden las bases científicas de sus creencias– como creacionistas científicos. Los creacionistas de hoy en día también están marcados por el entusiasmo por algo que se conoce como diseño inteligente. Dado que la relación entre creacionismo en el sentido de literalismo y diseño inteligente es en cierto modo compleja, el análisis de esta relación se desarrollará más adelante y, a menos que se indique lo contrario, el siguiente debate se enfocará en los literalistas.
Con algunas importantes salvedades que se señalarán más adelante, los creacionistas se oponen firmemente a un mundo resultado de la evolución, en particular a un mundo como el descrito por Charles Darwin en El origen de las especies. Los creacionistas (ciertamente los creacionistas tradicionales) se oponen al hecho de la evolución, es decir, que todos los organismos vivos y muertos son el producto final de un proceso natural de desarrollo a partir de unas pocas formas, posiblemente en última instancia de materiales inorgánicos (“origen común”). Los creacionistas también se oponen a afirmaciones acerca de la total adecuación de la teoría darwinista de la evolución, que sostiene que las presiones poblacionales llevan a una lucha por la existencia; que los organismos difieren en formas aleatorias provocadas por errores en el material hereditario (“mutaciones” en los “genes”); que la lucha y la variación llevan a una forma natural de selección, con algunos que sobreviven y se reproducen y otros que fracasan, y que la consecuencia final de todo esto es la evolución, en la dirección de organismos mejor adaptados.