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El autor de “El Libro de los Enxiemplos del Conde Lucanor et de Patronio” tenía un propósito muy claro al componer y publicar esta obra: pretendía dejar una enseñanza moral a los lectores sobre modos de conducta positiva, en una época cuya característica más saliente era la corrupción en todos los planos y niveles de la sociedad. Don Juan Manuel pensó que la Literatura sería un vehículo para la transmisión y la promoción de valores, y compuso esta obra con una intención didáctica y aleccionadora.
En el caso particular del Ejemplo VII, la protagonista del apólogo (la “estoria” o relato enmarcado) es Doña Truhana, una mujer simple, con ambiciones desmedidas y escasa conciencia del esfuerzo como camino para acrecentar sus bienes y mejorar las condiciones, especialmente económicas, propias y de sus descendientes. Ella representa todos los antivalores que atentan contra la idea del éxito logrado sobre la base del trabajo sostenido y perseverante. Su perseverancia, en todo caso, está orientada a "soñar despierta", cimentando su evolución en la suerte, en la poco probable ocurrencia de acontecimientos fortuitos que le darían un elevado nivel económico. Y, como si fuera poco, cree que eso la hará más respetable entre sus vecinos. Incluso, se regodea con la idea de que ellos sentirían asombro y admiración por su progreso. Cuando se rompe la olla de miel, Doña Truhana se lamenta por todo lo que ha perdido, pero tanta es su banalidad, que no puede comprender que nada tenía, más que una olla de miel. Así, advertimos que Doña Truhana carece del valor más elemental que se necesita ante cualquier emprendimiento: la prudencia. Ella es imprudente, no sólo al imaginar grandes riquezas, en un devenir en el que no vislumbra riesgos, sino también, al golpear su frente con la mano, lo que la hará finalmente tirar y romper la olla, y destruir así la posibilidad de un futuro mejor (en el orden puramente económico).
La protagonista de la estoria que Patronio le cuenta al Conde Lucanor refleja otros antivalores: la ambición desmedida, la codicia, la superficialidad y la incapacidad para sobreponerse a la frustración, pues prefiere llorar, antes que admitir su imprudencia.
A los antivalores de Doña Truhana, se oponen los valores del Conde y de su consejero; ambos son prudentes: el Conde, al permitirse analizar los riesgos que todo emprendimiento conlleva, y esto, a partir del consejo dado por Patronio luego del relato de lo que le había ocurrido a Doña Truhana.