• Asignatura: Religión
  • Autor: 060207brisa
  • hace 7 años

Para que la virgen (coromoto) dejo su imagen a el cacique?

Respuestas

Respuesta dada por: dannaguzmanz90
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Respuesta:

Explicación:

El Cacique, al principio, asistía gustoso a las instrucciones, más después se disgustó con su nueva situación y anhelando la soledad de sus bosques, se apartó de las reuniones de Juan Sánchez, sin querer aprender la Doctrina Cristiana, ni recibir las saludables aguas del bautismo. El Cacique se negó rotundamente a esta invitación y mientras sus compañeros honraban con humildes preces a la excelsa Reina de los Cielos y Tierra, él con grande enojo y rabia salió precipitadamente para Coromoto. El bohío del Cacique Coromoto tenía una sola y pequeña puerta de entrada, donde a la anochecer del sábado 8 de septiembre de 1652, se hallaban la Cacica, su hermana Isabel y un hijo de esta última, indiecito muy agraciado de doce años de edad, había llegado de Soropo esa misma tarde con el objeto de ver a su madre, pues de ordinario se quedaba con la esposa de Juan Sánchez ayudándola en sus múltiples ocupaciones diarias. En este estado de tristeza y melancolía estaba el indio, cuando por un misterio de cariño y amor de la Madre de Dios a un pobre hijo de Adán, bajó a la Choza del Cacique en medio de indivisibles legiones de Ángeles que formaban su cortejo.

Había trascurrido tan solo algunos instantes desde la llegada del Cacique cuando de modo visible y corpóreo la Virgen Santísima se presentó al umbral del bohío del Cacique. De todo su ser de desprendían rayos de luz que bañaban el estrecho recinto de la choza y eran tan potentes que según declaro la india Isabel, eran como los del Sol cuando está en el medio día y sin embargo no deslumbraban ni cansaban las vista de aquellos felices indígenas que contemplaban tan grande maravilla. Bajo la influencia de estos inesperados resplandores, que cambió las tinieblas de la noche en la claridad del día, el Cacique al instante reconoció a la misma Bella Mujer que meses antes había contemplado sobre las aguas de la plácida corriente de sus montañas y cuyo recuerdo jamás había podido borrar de su memoria. Distintas a las del Cacique eran las emociones de las dos indias y del niño, que rebozando de satisfacción y contento, se deleitaban en contemplar aquella criatura sin igual, alegría de los ángeles, encanto de los elegidos, espejo donde se reflejan las infinitas perfecciones de la Divinidad.

El Cacique pensaría probablemente, que la gran Señora venía para reprocharle su mal proceder e impedirle la fuga. Las dos indias y el niño sintieron amarga pena por la pésima conducta del Cacique y por la desaparición de la Bella Mujer reprochándole nuevamente a su marido su torpe e inconsiderado proceder para con la soberana Señora. El Cacique, fuera de sí y mudo de terror permaneció largo rato inmóvil con los brazos extendidos y entrelazados en la misma posición en que quedaron cuando hizo el rápido ademan de agarrar a la Virgen. Tenía una mano abierta y la otra cerrada, que apretada cuanto podía pues algo tenía en ella y en su corto sentir creía que era la Bella Mujer a quien había atrapado.

El Cacique se acercó, alargó la mano la abrió y los cuatro indígenas reconocieron ser aquella una imagen y creyeron que era la de la Bella Mujer. Al abrir el Cacique la mano, la diminuta imagen despide rayos luminosos que producen gran resplandor y que creen los indios que es el fuego natural que la gran Señora lanza contra ellos.

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