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Este trabajo trata de tiempos de revolución. Como es sabido, en tales
tiempos, las palabras que nombran a las cosas, o son a menudo poco claras y sus sentidos se «contaminan» de nuevos significados, o son dramáticamente claras. Pero también durante las revoluciones suceden cosas nuevas que reclaman nombres nuevos. Suele ser el tiempo de neologismos,
de obsolecencias y de anacronismos. En mi investigación aspiro a encontrar las raíces que hagan posible establecer una genealogía de lo que será
el aparato conceptual con que se construirán las representaciones de la nación en el Río de la Plata en el siglo XIX. La construcción de ésta, como se
sabe, fue el resultado de un tortuoso y prolongado proceso. Intentaré captar las primeras pulsaciones de lo que será Argentina, convencido que algunas de las claves de los desencuentros posteriores a la Revolución están
ya presentes en la contienda discursiva por hegemonizarla.
Es en el lenguaje donde este proceso cobra una especial significación,
por las importantes innovaciones que en él se producen. En esa etapa fundante de la nación se introdujeron o resignificaron conceptos políticos básicos tales como, entre otros, ciudadano, patria, pueblo, nación y república que eran expresión de los discursos con los que la élite criolla buscaba
asentar y consolidar su poder.
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