1. ¿Cómo se aplica la resiliencia en la guerra de Troya por parte de los griegos?
2. ¿Qué hubieses hecho si te tocaba pelear con Aquiles sabiendo que era inmortal?
3. ¿Qué opinas de la treta de Ulises para entrar a Troya? Menciona las debilidades que puedes percibir.
4. ¿Crees en el destino? Imagina cómo hubiese sido la vida en a Grecia clásica, cuéntanos.
5. ¿Qué es el clasicismo? Escribe tres de sus características.
6. ¿Cómo crees que funcionaba el oráculo? ¿Qué hubieses hecho si te predecían tu muerte a temprana edad?
Respuestas
Respuesta:
LA GUERRA DE TROYA. SEGUNDA PARTE
Primera parte
La manzana dorada de la discordia
El personaje elegido para juzgar cuál de las tres diosas, Hera, Atenea y Afrodita, merece la manzana de la Disociada es Paris. Él tiene un segundo nombre, el de sus primeros años: Alejandro. París es el más joven de los hijos de Príamo, rey de Troya. Cuando Hermes, seguido por las tres diosas, baja a la cima del monte Ida para pedirle a Paris que haga de árbitro y diga cuál de ellas a sus ojos es la más hermosa. El elegido custodia los rebaños del rey, su padre.
Así pues, París es una especia de rey - pastor o pastor real, jovencísimo, todavía en la flor de la adolescencia. Ha tenido una infancia y una juventud extraordinarias, es el hijo de Hécuba, esposa de Príamo, rey de Troya, la gran ciudad asiática en la costa de Anatolia, muy rica, muy hermosa y tremendamente poderosa.
Justo antes de dar a luz, Hécuba soñó que paría, en lugar de un ser humano, una antorcha que incendiaba la ciudad de Troya. Como es lógico, preguntó al oráculo qué significaba. De le dio el sentido, en cierto modo, evidente: ese niño será la muerte de Troya, traerá su destrucción a través del fuego y las llamas. Lo que hacían en aquellos casos pera buscar la muerte del niño, pero sin matarlo físicamente: abandonarlo. Príamo confía el niño a un pastor para que lo abandone, sin alimentos, sin cuidados y sin defensas, en esos mismos lugares solitarios donde se ejercita la juventud heroica, no en la llanura cultivada y blanda, sino en la ladera de esa montaña alejada de los humanos y expuesta a las fieras salvajes. Abandonar a un niño es buscar su muerte sin mancharse las manos con su sangre, mandarlo al más allá, hacerlo desaparecer. Pero, a veces, el niño no muere. Cuando, por casualidad, reaprece, lo hace con unas cualidades que proceden de, precisamente de que, entregado a la muerte, ha superado esa prueba.
Se cuenta que al principio París fue amamantado por una osa. Después, unos pastores, los guardianes de los rebaños del rey en el monte Ida, lo encuentran y lo recogen. Lo crían entre ellos sin saber quién es. Lo llaman Alejandro en lugar de Paris, nombre que le habían dado en el momento de nacer.
Pasan los años. Un día, aparece un emisario del palacio para buscar el toro más hermoso del rebaño real, destinado a un sacrificio funerario que Príamo y Hécuba realizan en sufragio del hijo que enviaron a la muerte, a fin de honrar a la criatura de la que tuvieron que separarse. Ese toro es el predilecto del joven Alejandro, que decide acompañarlo e intenta salvarlo. Como cada vez que hay ceremonias fúnebres se celebran también competiciones fúnebres, el joven Alejandro se inscribe para competir con los otros jóvenes hijos de Príamo. Triunfa en las competiciones.
Todo el mundo quedó boquiabierto y se pregunta quién es aquel joven pastor desconocido, tan hermoso, tan fuerte y diestro. Uno de los hijos de Príamo, Deífobo, se enfurece y decide matar al intruso que ha derrotado a todos. Persigue al joven Alejandro, que se refugia en el templo de Zeus, donde se encuentra también su hermana Cassandra, una joven ,muy hermosa de la que Apolo se enamoró, pero fue rechazado. Para vengarse, el dios le ha concedido el don de la adivinación, pero que no le sirve de nada. Por el contrario, ese don sólo conseguirá empeorar su desgracia, ya que, aunque sus predicciones son siempre ciertas, nadie las creerá nunca. Y entonces exclama: “¡Cuidado, ese desconocido ese desconocido es nuestro pequeño París!”. Y París muestra, en efecto, los pañales que llevaba cuando fue abandonado. Basta ese gesto para ser reconocido. Su madre, Hécuba, está loca de alegría, y Príamo, que es un excelente y anciano rey, está encantado también de recuperar a su hijo. París es reintegrado a la familia real.
En el momento en el que las tres diosas conducidas por Hermes acuden a visitarle, Paris ya ha recuperado su lugar en la corte, pero ha mantenido la costumbre, después de pasar toda su juventud como pastor, de ir a visitar los rebaños. Es un hombre del monte Ida. Así pues, Paris ve llegar a Hermes con las tres diosas, y se siente algo sorprendido y preocupado. Preocupado porque, por lo general, cuando una diosa se muestra abiertamente a un humano en su desnudez, autenticidad de inmortal, las cosas suelen acabar mal para los espectadores: nadie tiene derecho de ver la divinidad. Es a la vez un privilegio extraordinario y un peligro del que no sale ileso.
Explicación: