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Por: Yolanda Reyes
Charla para los maestros, con ocasión del lanzamiento de Cuentos para siempre de la
colección “Libro al Viento”, del Instituto Distrital de Cultura y Turismo.
Biblioteca Virgilio Barco. Bogotá, Colombia. Junio 18 de 2004
I. El hilo de la memoria
Hace mucho, pero muchísimo tiempo, mucho antes de aprender a leer solos, quizáuna voz amada nos contó alguno de esos cuentos tradicionales que suelen contarse alos niños y que hemos dado en agrupar bajo
el rótulo de “cuentos de hadas” o“cuentos tradicionales”.
Deberíamos seguir el hilo de la memoria para evocar ese rostro, ese tono de voz, esasmanos que iban señalando reinos y palacios lejanos, para construir una arquitecturaque no existía entonces y que, sin embargo, era más real que todo lo demás: más realque el borde de esa cama que olvidamos; más real que la habitación o el patio o la
noche aquella de esos tiempos… más real que nuestras caras de entonces, que las
trenzas o las colas de caballo o l
a gomina que hace ya tanto no usamos…
Y ahora, cuando ya hemos olvidado el rostro que tuvimos y la edad exacta y el vestido,tal vez seguimos acordándonos de algún retazo de la historia, de alguna fórmulamágica de inicio, de algunas palabras que se repetían como un canto y quenombraban todo aquello de lo que no se hablaba durante el resto de las horas, todo
aquello que no se decía en las visitas ni en la mesa ni en la fila del colegio…
La sustancia oculta de los cuentos: ese poder de las palabras para dar nombre yexistencia a realidades interiores, tantas veces terribles e inciertas, a pesar de lasupuesta inocencia que los adultos atribuyen a los tiempos de infancia.El primer cuento que recuerdo, tal vez el más triste de los cuentos que conozco, másque cuento era letanía e indagaba, como en el fondo lo hace siempre la literatura, enlos misterios de la vida, con dos de sus dramas recurrentes: el amor y la muerte. Era lahistoria de La Cucarachita Martínez contada por mi abuela muchas noches a la mismahora. Por si no saben el cuento, la Cucarachita, barre que te barre la puerta de sucasa, encontraba una moneda y con la moneda, se compraba una cinta para el pelo. Yluego, así, tan linda, se sentaba en esa misma puerta a esperar que alguien laenamorara. Pasaban el perro, el gato y otros animales y todos le decían la misma
frase: “Cucarachita, como te ves de bonita. De corazón te lo pido, ¿quieres casarteconmigo?”. Ella, como se acostumbra en los cuentos tradicionales, contestaba siempreigual: “Eso depen
de: ¿cómo me enamorarás?
El perro decía guau, el gato decía miau y ella volvía a contestar, invariablemente: “¡Ay,no!…sigue tu camino que me asustas, me espantas y me asombras”. Hasta que