que problemas afectan la convivencia democratica por efecto del covid 19?
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Respuestas
La pandemia de COVID-19 hace estragos en el mundo, tanto en la salud pública como en la economía. En su alboroto, también le está pasando factura a la democracia, con los gobiernos imponiendo restricciones a las libertades civiles y algunos utilizando la crisis de salud como una excusa para reforzar su control sobre el poder. La crisis económica después de la crisis de salud puede aumentar la frustración ciudadana, lo que llevará a una mayor inestabilidad política. Pero también puede proporcionar un caldo de cultivo para demandas de democratización en regímenes autoritarios y abrir vías políticas.
Habrá un mundo antes y otro después del COVID-19. Porque una cosa es segura: no volverá a ser el mismo. COVID-19 está reestructurando el orden mundial en más formas de las que podemos alcanzar a comprender y todo mientras aún nos encontramos en medio de la pandemia. La respuesta mundial a esta crisis, los profundos efectos en las economías globalizadas y su impacto en la democracia, son algunos ejemplos.
Todos los países se verán fuertemente afectados, lo sabemos. Son, sin embargo, los más pobres los que sufrirán en mayor medida debido a la vulnerabilidad de sus economías, sus sistemas de salud escasamente financiados y las frágiles redes de seguridad social. Por si fuera poco, cada vez se escuchan más voces que advierten sobre los efectos potencialmente devastadores de la crisis del COVID-19 para la democracia.
Si bien razones sobran para estar alarmados, vale la pena analizar dónde sonarán con más fuerza estas campanas de alerta en unos cuantos meses (esperemos) cuando la crisis de salud haya pasado.
En su intento por desacelerar la propagación del virus, la mayoría de los países están imponiendo medidas draconianas, con frecuencia a expensas de derechos democráticos fundamentales. En democracias maduras, las libertades que han mermado más son las relacionadas con la libre circulación de personas y el derecho a reunirse en grupos. Cuando tales medidas se imponen en democracias consolidadas como las de Francia, Noruega o Dinamarca, las decisiones se examinan mediante procesos consensuados, definidos por instituciones democráticas bien establecidas y con plazos claramente determinados. En estos países, cuando la pandemia haya disminuido y el orden democrático vuelva a la normalidad, se levantarán las restricciones a las libertades. Sin embargo, incluso algunas de esas democracias maduras –pero lejanas de la perfección– ya enfrentaban desafíos sociales antes de la crisis, como el movimiento de los chalecos amarillos en Francia. Estos conflictos probablemente se agravarán ante una recesión económica inminente. Sin embargo, cuando las cosas retornen a la normalidad, se permitirá nuevamente a los ciudadanos expresar sus frustraciones y manifestarse a través de canales democráticos como protestas, elecciones y medios de comunicación libres.
En democracias más jóvenes como Chile, o más frágiles como Irak, Líbano o Haití, los desafíos serán mayores. Muchos de estos países tienen sistemas económicos y políticos menos resistentes, altos niveles de desigualdad y, a menudo, redes de seguridad social y servicios públicos débiles. Por si fuera poco, ya desde antes de la pandemia enfrentaban una tensión severa, crisis de legitimidad y protestas populares masivas. Es probable que en un contexto de recesión económica mundial estas frustraciones sociales se agraven aún más y conduzcan al descontento y a la combustión social, incluso si se restauran las libertades políticas básicas.
De acuerdo al Informe de 2019 del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA, por sus siglas en inglés) Informe Sobre el Estado Global de la Democracia 2019 los países en los que se ha identificado un retroceso democrático (Hungría, Turquía, Polonia, India y Filipinas) la crisis por la pandemia puede llevar a una profundización de esta tendencia. En estos lugares, las recientes restricciones pueden agudizar el debilitamiento de las instituciones democráticas ya de por sí atacadas, como el parlamento, los partidos de oposición, los tribunales y los medios de comunicación. En Hungría, las recientes medidas permiten el encarcelamiento de hasta cinco años para los periodistas que difundan información falsa sobre el virus. El Primer Ministro Orban, que ha estado reforzando su control del poder durante los últimos diez años, puede haber puesto el último clavo en el ataúd de la democracia de Hungría, utilizando su supermayoría en el parlamento para permitirle gobernar por decreto indefinidamente.