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Respuesta:
¿Por qué Dios permite que haya maldad? ¿Por qué millones de inocentes pasan hambre, miseria y vejaciones? ¿Por qué son los más pobres —usualmente también los más religiosos— quienes más sufren en este mundo?
No hay creyente que en algún momento no se haya planteado estos interrogantes. En definitiva: ¿Por qué Dios (que es a la vez omnipotente, amoroso y omnipresente) permite que sufran los inocentes?
Es usual escuchar, cuando ocurre alguna catástrofe, que las víctimas se salvaron «de milagro». Pocos piensan, en cambio, cuál fue la razón por la que otros no lo lograron. Y es que el planteo es de por sí incómodo: Si los que sobrevivieron lo hicieron «gracias a Dios», los que murieron deben haber corrido esa suerte por la misma razón, esto es, la voluntad divina. Aún más incómoda será la situación si los sobrevivientes son, por ejemplo, personas adultas en tanto que las víctimas son niños. Pero el asunto es claro: si Dios es quien salva, también es quien condena, aunque sea por omisión.
Recordemos que durante los primeros 90.000 años de existencia de la especie humana, la mayoría de los niños no llegaba a la adultez y la principal causa de muerte posiblemente fueran las infecciones dentales. Un panorama verdaderamente desolador, ante la supuesta mirada de un Dios amoroso y omnipotente, que esperó todo ese tiempo para empezar a intervenir (y ya vemos de qué manera). En la actualidad —aunque casi nadie muere por sus muelas, gracias al avance de la medicina— todavía contemplamos a diario situaciones de extrema injusticia, que hace difícil sostener sus creencias aún a las personas más religiosas.
Tomemos como ejemplo el caso de Elizabeth Fritzl, quien fue encerrada y violada durante 24 años por su padre, desde que ella tenía 11, dando esta a luz a once hijos (algunos de los cuales murieron en cautiverio). ¿Alguien puede imaginar cuánto habrá rezado, suplicado e implorado a Dios esta pobre víctima, día tras día? Y durante 24 años, no tuvo ninguna respuesta divina. En casos como este, es muy difícil (y hasta inmoral) aducir que la víctima de semejante suplicio será recompensada en otra vida.
La versión breve, más usual, de esta cita es: «Los caminos del Señor son inescrutables«. Esto significa que Dios —quizás por su caracter sobrenatural y su infinitud— debe poseer algún otro tipo de lógica y de valores, que los humanos no somos —ni seremos— capaces de comprender jamás. En resumidas cuentas: Dios sabe por qué hace lo que hace.
Ahora bien, ¿de donde sale esta frase que afirma que no podemos entender los razonamientos divinos? Usualmente se dice que La Biblia es «la palabra de Dios», pero en este caso quien escribe no está hablando por boca del supuesto creador de universo. El libro Romanos —como así también gran parte del Nuevo Testamento— fue escrito por Saulo de Tarso (más conocido como Apóstol San Pablo). Aunque se lo llama «apóstol», el tal Saulo —si vamos a creer en sus palabras— jamás conoció a Jesús en vida —si vamos a creer que este existió. Según sus dichos, Jesús se le apareció una vez como una luz y le habló, y tiempo después tuvo algunas conversaciones con los apóstoles Pedro y Santiago.
En definitiva, la cita en cuestión no es ni siquiera la «palabra de Dios», dicha a través de alguno de sus intermediarios, sino simplemente la opinión de Saulo de Tarso. Entonces, ¿cuál es la respuesta de la Iglesia Católica al interrogante planteado sobre la existencia de injusticia y sufrimiento en el mundo?
Explicación:
espero que te sirva