Respuestas
Explicación:
1. El valor insustituible y creatividad de los y las docentes.
Ante temores, incertidumbres y también presiones de varios actores, hemos apreciado una vez más el compromiso, sentido ético y creatividad pedagógica de los maestros y maestras de Chile y el mundo.
Hoy, los profesores y profesoras siguen siendo los grandes mediadores de aprendizaje, ahora remotamente. A pesar de las barreras en accesibilidad informática y sin contar necesariamente con una formación en herramientas digitales, los y las docentes han buscado e inventado prácticas de trabajo a distancia.
Si bien muchos han utilizado herramientas digitales más sofisticadas, otros simplemente han aprovechado canales y aplicaciones ya conocidas por ellos mismos, sus estudiantes y familias, para facilitar el acercamiento a la enseñanza, como Whatsapp, Instagram o Facebook. Incluso algunos en zonas rurales se han organizado, a través de sus colegios, con las autoridades locales y el Estado central para llevar material pedagógico a los hogares.
Pero más allá del medio utilizado, lo más destacable ha sido la creatividad para adaptar contenidos y prácticas, manteniéndose conectados con sus estudiantes.
2. La desigualdad entre escuelas es evidente, pero no detiene a los y las docentes.
La pandemia ha contribuido a visibilizar parte de la desigualdad que nos aqueja, que no es solo de acceso a tecnologías, sino también de capital cultural del hogar y de las posibilidades apoyo emocional de cada familia. En contextos de mayor vulnerabilidad social, el proceso educativo se complejiza –no solo la enseñanza remota–, y por lo mismo, en estos sectores, es más importante el apoyo gubernamental.
Por lo tanto, por una parte, es clave reconocer las carencias existentes y que el Estado contribuya a romper la brecha digital y fortalecer el apoyo social. Por otra, es relevante que los establecimientos educacionales identifiquen los mejores mecanismos de apoyo educativo. Así, si bien será difícil impulsar actividades pedagógicas de forma digital, sí es posible dar orientaciones pedagógicas y retroalimentación , así como escuchar y –en parte– contener desde medios más accesibles, como el teléfono, Whatsapp u otras redes sociales con alta presencia.
Así, en estas realidades, hemos visto ejemplos creativos de docentes que logran conectarse con sus estudiantes y familias de forma sencilla, manteniendo activo el proceso educativo.
3. Ampliar el campo de aprendizaje.
Durante la cuarentena, los y las docentes nos han mostrado que es posible impulsar el aprendizaje más allá de la sala de clases. Una cocina, un celular, una conversación virtual o una práctica de meditación en la casa se pueden transformar en espacios de aprendizaje. Así, los profesores y profesoras nos permiten redescubrir que el currículum está en nuestra vida cotidiana y que es posible –y necesario– buscar formas innovadoras para la enseñanza.
En este tiempo, hemos visto que podemos aprender fracciones al compartir el pan, ampliar el vocabulario al jugar bachillerato, y explorar ciencias al sembrar una lenteja. Esta concepción amplia del espacio educativo, también permite dotar de sentido y pertinencia al aprendizaje, para que éste sea significativo y más efectivo desde la cotidianidad.