Respuestas
Tras los siglos dorados del Imperio romano (período denominado Paz romana, que abarca los siglos I a II), comenzó un deterioro en las instituciones del Imperio, particularmente la del propio emperador. Fue así como tras las malas administraciones de la Dinastía de los Severos, en particular la de Heliogábalo, y tras el asesinato del último de ellos, Alejandro Severo, el Imperio cayó en un estado de ingobernabilidad que se denomina Crisis o Anarquía del siglo III. Entre los años 238 al 285 hubo 19 emperadores, ninguno de los cuales murió de muerte natural, y que fueron incapaces de tomar las riendas del gobierno y actuar de forma coordinada con el Senado, por lo que terminaron por sumir a Roma en una verdadera crisis institucional. Durante este mismo periodo comenzó la llamada «invasión pacífica», en la que varias tribus bárbaras se situaron, en un principio, en los limes del imperio debido a la falta de disciplina por parte del ejército, además de la ingobernabilidad emanada del poder central, incapaz de actuar en contra de esta situación.
En paralelo a esta crisis política se desarrolló una profunda crisis económica, caracterizada por una gran inflación y un declive de la agricultura, la industria, el comercio, el medio urbano y el sistema esclavista. Los períodos donde se intentó restablecer el orden, tales como el Dominado del siglo IV, introdujeron cambios políticos y económicos muy importantes en la administración y gobierno del Imperio, tales como la instauración primeramente de la tetrarquía, aunque la consiguiente división territorial del Imperio en el Imperio romano de Occidente, cuya decadencia aquí se estudia, y el Imperio romano de Oriente, que sobreviviría 1000 años más. No obstante, el hecho más relevante de este período de inestabilidad fueron las llamadas invasiones bárbaras, en las que los bárbaros del norte irían paulatinamente infiltrándose a través de los limes del Imperio, en una sucesión de guerras fronterizas e invasiones que acabarían por destruir al Imperio: las fronteras imperiales, privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en auténticas puertas por donde penetraron impunemente las tribus bárbaras. Las más audaces fueron los pueblos germánicos, especialmente los francos y los godos, que arremetieron contra el imperio, atravesando la frontera de los ríos Rin y Danubio, hasta provocar su colapso.