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Sin contacto con la realidad histórica de su presente, el historiador se transforma en un mero instrumento de institucionalización del poder y, por lo tanto, su función social pierde todo activismo posible.
Esto, que a simple vista puede parecer una obviedad, resulta primordial al momento de analizar las escuelas historiográficas argentinas del siglo xx y, más específicamente, la segunda mitad de los años del 1900. El ejercicio del poder por parte del peronismo entre 1943-45 y 1955 fue un parteaguas en la sociedad argentina, fenómeno frente al que ningún actor social permaneció indemne. La polarización política de los años peronistas fue in crescendo, particularmente desde fines de la primera presidencia (1946-1952), lo que terminó por determinar una corta y brutalmente interrumpida segunda presidencia (1952-1955).