• Asignatura: Historia
  • Autor: betsybbetsy41
  • hace 7 años

Mi madre me pidió que la acompañara a vender la casa. Había llegado a
Barranquilla esa mañana desde el pueblo distante donde vivía la familia y no
tenía la menor idea de cómo encontrarme. Preguntando por aquí y por allá
entre los conocidos, le indicaron que me buscara en la librería Mundo o en
los cafés vecinos, donde iba dos veces al día a conversar con mis amigos
escritores. Llegó a las doce en punto. Se abrió paso con su andar ligero por
entre las mesas de libros en exhibición, se me plantó enfrente, mirándome a
los ojos con la sonrisa pícara de sus días mejores, y antes que yo pudiera
reaccionar, me dijo:
—Soy tu madre.
Algo había cambiado en ella que me impidió reconocerla a primera vista.
Tenía cuarenta y cinco años. Sumando sus once partos, había pasado casi
diez años encinta y por lo menos otros tantos amamantando a sus hijos.
Había encanecido por completo antes de tiempo, los ojos se le veían más
grandes y atónitos detrás de sus primeros lentes bifocales, y guardaba un
luto cerrado y serio por la muerte de su madre, pero conservaba todavía la
belleza romana de su retrato de bodas, ahora dignificada por un aura otoñal.
Antes de nada, aun antes de abrazarme, me dijo con su estilo ceremonial de
costumbre:
—Vengo a pedirte el favor de que me acompañes a vender la casa.
No tuvo que decirme cuál, ni dónde, porque para nosotros sólo existía una
en el mundo: la vieja casa de los abuelos en Aracataca, donde tuve la buena
suerte de nacer y donde no volví a vivir después de los ocho años. Acababa
de abandonar la facultad de derecho al cabo de seis semestres, dedicados
más que nada a leer lo que me cayera en las manos y recitar de memoria la
poesía irrepetible del Siglo de Oro español. Había leído ya, traducidos y en
ediciones prestadas, todos los libros que me habrían bastado para aprender
la técnica de novelar, y había publicado seis cuentos en suplementos de

periódicos, que merecieron el entusiasmo de mis amigos y la atención de
algunos críticos. Iba a cumplir veintitrés años el mes siguiente, era ya
infractor del servicio militar y veterano de dos blenorragias, y me fumaba
cada día, sin premoniciones, sesenta cigarrillos de tabaco bárbaro. Alternaba
mis ocios entre Barranquilla y Cartagena de Indias, en la costa caribe de
Colombia, sobreviviendo a cuerpo de rey con lo que me pagaban por mis
notas diarias en El Heraldo, que era casi menos que nada, y dormía lo mejor
acompañado posible donde me sorprendiera la noche. Como si no fuera
bastante la incertidumbre sobre mis pretensiones y el caos de mi vida, un
grupo de amigos inseparables nos disponíamos a publicar una revista
temeraria y sin recursos que Alfonso Fuenmayor planeaba desde hacía tres
años. ¿Qué más podía desear?
Más por escasez que por gusto me anticipé a la moda en veinte años: bigote
silvestre, cabellos alborotados, pantalones de vaquero, camisas de flores
equívocas y sandalias de peregrino. En la oscuridad de un cine, y sin saber
que yo estaba cerca, una amiga de entonces le dijo a alguien: «El pobre
Gabito es un caso perdido». De modo que cuando mi madre me pidió que
fuera con ella a vender la casa no tuve ningún estorbo para decirle que sí.
Ella me planteó que no tenía dinero bastante y por orgullo le dije que pagaba
mis gastos.
En el periódico en que trabajaba no era posible resolverlo. Me pagaban tres
pesos por nota diaria y cuatro por un editorial cuando faltaba alguno de los
editorialistas de planta, pero apenas me alcanzaban. Esa tarde cometí un
abuso del cual ninguno de mis amigos habría sido capaz. A la salida del café
Colombia, junto a la librería, me emparejé con don Ramón Vinyes, el viejo
maestro y librero catalán, y le pedí prestados diez pesos. Sólo tenía seis.
Ni mi madre ni yo, por supuesto, hubiéramos podido imaginar siquiera que
aquel cándido paseo de sólo dos días iba a ser tan determinante para mí,
que la más larga y diligente de las vidas no me alcanzaría para acabar de
contarlo.
¿En qué persona, número y tiempo se encuentran la mayoría de los verbos en el texto? ¿Por qué?
¿Quién es el protagonista y por qué recibió la visita de su madre?
¿Cómo vivía el personaje en el momento de los hechos que se narran?
¿Por qué el protagonista decició pagar sus gastos por "orgullo"?
¿A qué se dedicaba el protagonista?

Respuestas

Respuesta dada por: Eydhan29
4

Respuesta:

hola como estas

Explicación:

bien y tu

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