• Asignatura: Castellano
  • Autor: saulvillanueva6364
  • hace 7 años

Por que razón el uso indebido y excesivo del teléfono celular genera peligros, no solo para quien lo usa, sino para las demás personas y sus bienes

Respuestas

Respuesta dada por: ame777
1

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Por que genera aislamiento social y con mayores niveles de mala adaptación psicológica, problemas en el trabajo y conflictos con familiares y amigos

Respuesta dada por: franciszco
3

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Las tres cuartas partes de la humanidad tienen ya un celular. En Colombia, el Dane registró que, en 2016, en el 96,4 % de los hogares del país algún miembro contaba con teléfono celular. Es decir, es evidente que el uso de estas tecnologías se ha multiplicado tanto que hoy es raro encontrar a alguien —niño, joven o adulto— que no tenga uno. Con la expansión del internet inalámbrico, la explosión de las redes sociales y las millones de ‘apps’ desarrolladas para hacernos la vida más cómoda y fácil, el ‘smartphone’ ha pasado de ser un simple teléfono o un gadget para convertirse en la extensión de nuestros deseos y fantasías. Un fetiche con el que nos acostamos todas las noches y nos levantamos todas las mañanas. Para muchos es una extensión de sí mismos.

Y esto, definitivamente, está cambiando la manera en que nos relacionamos con el mundo, desde la forma en que trabajamos y hacemos negocios, hasta el modo en que nos divertimos, tomamos fotografías, almacenamos o compartimos información, pasamos el tiempo libre, hacemos amigos y amamos. Su empleo está infiltrado en cosas tan personales y triviales como caminar y dormir.

Umberto Eco, en un relato del 2015 titulado ‘El teléfono celular y la reina malvada’, contaba el caso de una mujer que iba por la vereda con su rostro pegado al móvil, sin mirar a ningún lado, y que él, en vez de esquivarla, decidió interrumpir su camino. “Si yo no me hacía a un lado, chocaríamos. Como en secreto soy una persona malvada, me detuve de golpe y me di la vuelta. La dama chocó con mi espalda dejando caer su teléfono. Rápidamente, se dio cuenta de que se había topado con alguien que no podía verla y que ella debería haber sido quien se apartara. Balbuceó una excusa, mientras yo amablemente le decía que no se preocupara porque estas cosas pasan todo el tiempo en estos días”, escribió el semiólogo.

Mientras aconsejaba con sarcasmo que todos deberíamos hacer lo mismo en situaciones similares, añadía: “Si pensamos en ello con claridad por un momento, simplemente es asombroso que casi todos hayamos caído presa del mismo frenesí. Apenas sostenemos ya conversaciones cara a cara, ni reflexionamos sobre los temas apremiantes de la vida y la muerte, o siquiera vemos hacia el campo cuando pasa frente a nuestra ventanilla. En vez de ello, hablamos obsesivamente en nuestros teléfonos celulares, rara vez sobre algo particularmente urgente, mientras malgastamos la vida en un diálogo con alguien a quien ni siquiera podemos ver”.

Pero eso que sorprendía a Eco tres años atrás —¡parece un tiempo ya lejano!— ahora es casi una norma de convivencia social. Es usual que la gente camine con la mirada fija en el celular o que en una fiesta tres de cada cinco personas hablen y sonrían con el aparato sin siquiera mirar a quienes tienen al lado. En las reuniones laborales es natural que todos pongan los dispositivos sobre la mesa como armas listas para ser usadas en el momento necesario. Más allá de escribir o grabar mensajes por WhatsApp o de interactuar por Facebook o Twitter, el celular parece estar diseñado para que experimentemos sensaciones distintas a las que habíamos sentido con cualquier pantalla anterior.

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