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El gobierno británico aprobó el 6 de febrero de 1918 una ley que otorgaba el derecho al sufragio a las mujeres con mayor edad de 30 años, que en aquel momento eran más de ocho millones en un país inmerso todavía en la Primera Guerra Mundial.
Explicación:
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Respuesta:
El Parlamento británico aprobó el 6 de febrero de 1918 una ley que otorgaba el derecho al sufragio a las mujeres mayores de 30 años, que en aquel momento eran más de ocho millones en un país inmerso todavía en la Primera Guerra Mundial.
El éxito de las sufragistas británicas se enmarca en un movimiento social más amplio que ya había llevado a reconocer el voto femenino en Nueva Zelanda (1893), Australia (1902), Finlandia (1906) y Noruega (1913) y la Unión Soviética (1917), y sería pronto imitado en Alemania (1918) y Estados Unidos (1920).
Explicación:
En Reino Unido, aquel momento histórico llegó el 6 de febrero de 1918. Limitado y oscurecido por las heridas que había dejado durante los últimos años esa cruzada democrática, sí, pero llegó. Con la aprobación de la Ley de Representación del Pueblo, hubo una concesión del voto limitado a propietarias y esposas de propietarios, además de las universitarias con más de 30 años (y tuvieron que esperar una década más hasta lograr el universal).
Pensaba (y decía) Herbert Henry Asquith, primer ministro británico entre 1908 y 1916, que por su naturaleza una mujer está tan incapacitada para votar como un conejo. No había mucho que hacer para el movimiento sufragista femenino en un Londres rebosante de lores que, ante una petición tan descabellada como la de tener derecho a votar, lo más delicado que contestaban era un “¡búscate un marido!”. A principios del XX, políticamente solo contaban con el apoyo del Partido Laborista. Liberales y conservadores se negaban a aceptarlo; los primeros porque estaban convencidos de que si les daban opción, votarían a los conservadores; y estos porque, en general, extender el voto no les parecía bien, y menos hacia las mujeres.