• Asignatura: Historia
  • Autor: alejandrapaloseco
  • hace 7 años

similitudes del cardenal richelieu y jean bastiste colbert

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Respuesta dada por: lzepol846
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Ahora el que quería intervenir era el que me habían presentado como monsieur Du Pont. Lo hubiera escuchado con más atención de saber que era el más tarde célebre Du Pont de Nemours, ahora con unos 30 años y que dentro de otros tantos fundaría en EEUU una poderosa multinacional química que llegaría a ser una de las principales empresas de mi tiempo.

-Permítame que le hable como periodista de profesión. Hace cinco años fundamos el Journal de l´Agriculture, du Commerce et des Finances que personalmente dirijo y en que difundimos nuestras ideas. En él hemos escrito artículos todos nosotros y muy en especial el señor Quesnay, aunque la mayor parte con seudónimos como M.A., M.H. o M.N.

-¿Un periódico para defender sus ideas? –interrumpí-.

-Así es. Las ideas sólo tienen valor real cuando una sociedad, y en particular sus dirigentes, las aceptan. Queremos que se respeten nuestras máximas generales de política económica y social en un país agrícola, sobre los más diversos aspectos. Quesnay las ha resumido en 30 grandes principios que van desde la necesidad de una autoridad por encima de los intereses particulares hasta la conveniencia de evitar un tráfico financiero mediante empréstitos que ocasionan el aumento de las fortunas monetarias estériles.

-Por cierto –interrumpí de nuevo-. He oído que ustedes califican de clase estéril a los trabajadores de la industria y artesanos, mientras reservan la denominación de clase productiva a los trabajadores del campo.

Ahora era Quesnay quien se movía inquieto en su sillón. A pesar de que su voz no tenía la viveza de los otros asistentes, todos ellos más jóvenes, nada más empezó a hablar se hizo un silencio reverente. Sus 76 años estaban disimulados por una amplia peluca que cubría su calvicie, su cuidado vestir y la vehemencia de su hablar. Era un hombre de gruesas cejas, ahora blancas, ojos inquisidores y una expresión de atención y curiosidad permanente.

-Me gustaría, querido amigo, que usted tuviera tiempo, algún día, de leer el libro que considero mi testamento intelectual y que publiqué hace ya 12 años. Le titulé Tableau economique y en él explico cómo la economía de un país puede verse como una gran tabla de cálculo en que se representan las transacciones entre diferentes productores y también con los propietarios de la tierra o de los medios de producción.

Mientras Quesnay trataba de explicarme, con el confuso lenguaje de una ciencia en su etapa más primitiva, cómo funcionaba su tabla, yo pensaba en la extraordinaria intuición de este gran precursor de ideas de otros economistas que las desarrollarían más de un siglo después, como la teoría del valor de Karl Marx, el equilibrio general de León Walras o las tablas input-output de Wassily Leontief, por las que se le concedería a éste el Premio Nobel de Economía 200 años más tarde.

-Todo trabajo es estéril excepto el del campesino ya que sólo este crea un rendimiento adicional con la ayuda de la naturaleza, que hace fructificar lo que se siembra. En agricultura gastamos uno y podemos recoger por dos. En la industria sólo producimos por el mismo valor de lo que gastamos. Por eso es estéril: porque no crea nada adicional.

-Con todo respeto, maestro –intervine para demostrar a mis contertulios que algo sabía del tema- sus esquemas de flujos en zigzag, que tratan de mostrar la cadena de compras y ventas entre la clase estéril, la productiva y la propietaria son de difícil comprensión. He oído que incluso Voltaire los criticó o Adam Smith, el economista escocés que le visitó hace cuatro años, mostró sus reparos.

-Bueno, amigo, de Voltaire sólo puedo decir que es un indeseable que se ha atrevido a calificarnos de ridículos, aunque dice que cualquiera puede entendernos, … cuando él no ha comprendido nada. Respecto a Smith, creo que se ha enterado de lo principal, aunque tiene algunas ideas extrañas que no comparto. No creo que con esos planteamientos llegue muy lejos.

No iba yo a rebatir tal convicción, así que discurrió el resto de la tertulia sin más intervenciones “agresivas”. Sólo seis años más tarde Adam Smith publicaría su Riqueza de las Naciones, cuya estructura conceptual chocaría de lleno con algunas de las ideas que estaban defendiendo los fisiócratas y que llevaría a su práctico abandono. Ahora, en 1770, estaban en su momento de mayor aceptación y bueno era que disfrutaran de este momento de superioridad intelectual.

En todo caso, aun le quedaba a Turgot su próximo acceso al Ministerio de Hacienda. Entonces nombraría, a Du Pont, Comisario General de Comercio e Inspector de la Moneda al joven Marqués de Condorcet (que, con sus 27 años, no había abierto la boca, posiblemente por respeto a la edad de los presentes).

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