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Respuesta:
El oído, la vista y el tacto, son los sentidos artísticos en los que nos centraremos, los cuales creemos indispensables para poder disfrutar del propio arte.Para percibir la belleza en una obra de arte, sus diversos elementos, líneas, luces, colores, tienen que estar dispuestos en determinado equilibrio, y luego tiene que ordenarse con armonía, pero con cierta proporción en sus elementos, de un modo cuantitativo y cualitativo, con ritmo y movimientos orientados.
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Marc Augé, en su revisión de Pontalis (La referencia que da Augé es: J.-B. Pontalis (1997), Ce temps qui ne passe pas, París: Gallimard), comenta que los recuerdos servirían de «pantallas» para las «huellas», a veces aparentemente anodinas como un olor o un sabor, que son las que realmente disimulan y, al mismo tiempo, contienen el pasado. Sobre estas huellas puntualiza Augé: “están en cierto modo desconectadas de todo relato posible o creíble; se han desligado del recuerdo” (Augé, 1998, 30).
Precisamente por esto, son un tipo de huellas que resultan aún más evocadoras que las fotografías y añaden tanto datos como detalles imposibles de recoger en las imágenes ya que son recuerdos mucho más subjetivos y personales. Incluso podría decirse que son una forma de «conjuro» personalísimo que conecta casi umbilicalmente con un determinado momento, lugar o persona, de un modo que sería impensable conseguir a través de cualquier otra huella.
Para Aristóteles, la experiencia era una suma de aísthesis y de mnemé (sensación y memoria). Esas sensaciones, parte de la experiencia, convertidas en recuerdos sutiles remiten la narración a una «experiencia propia» de quien lo ha vivido y lo relata como testigo. De este modo, las sensaciones captadas por los 5 sentidos se anclan en la experiencia y remiten, inexorablemente, a ella.
Dice Pozuelo Yvancos que los narradores autobiográficos se prodigan en «detalles nimios» o «aparentemente superfluos» para dar más pruebas o más fiabilidad a lo que se cuenta. Los colores, los olores, los sabores, el tacto o el sonido son siempre elementos fundamentales de cualquier obra que quiera trabajar la memoria, pero no siempre ocupan el mismo lugar en importancia en ellas.
En el caso del arte, hay artistas que trabajan esencialmente con la vista y a menudo con el oído, pero también existen obras en las que se trabaja el tacto, el gusto o el olfato. Generalmente el artista ofrece su experiencia al espectador, como es el caso de la instalación AUDIOFILE (1994), de Alan Berliner, en la que este artista norteamericano propone un archivador de sonidos (que pueden escucharse al abrir los cajones) interactivo.
Audiofile, Alan Berliner, 1994, linkado desde la web del artista: Alan Berliner
De este modo, en algunas ocasiones también se invita al «otro» a participar de manera activa en la experiencia sensorial, aunque en este tipo de instalaciones artísticas hay un fuerte riesgo de caer en el puro espectáculo o en la mera sensación, ya que los elementos que el artista propone no remiten a sus recuerdos ni a sus vivencias, sino a las propias evocaciones de cada uno, por ese carácter íntimo de las experiencias sensoriales… o puede que sencillamente no evoquen nada.
Este último efecto lo viví a título personal en una instalación en un museo de Nueva York en la que el artista trabajaba con sensaciones como las provocadas por una moqueta en la que se debía entrar descalzo. En algunos países las moquetas pueden ser fuente de importantes recuerdos o sensaciones… pero no ha sido un elemento importante en mi vida y, por tanto, salí de aquella sala sin que se despertara en mí ningún tipo concreto de emoción, sensación o recuerdo. Este es un riesgo importante que se ha de medir.
Down Time (2010), Claire Morgan. Jackdaw (taxidermy), bluebottles, fruit flies, strawberries, lead, nylon, acrylic. 500 x 500 x 250 cm (h x w x d). Imagen linkada desde la web de la propia artista: Claire Morgan.
Sin embargo, por ejemplo algunos elementos olfativos bien utilizados pueden potenciar interpretaciones, dar importancia a determinados elementos… y así lo entiende Claire Morgan en sus ¿esculturas? o ¿instalaciones? efímeras. Por ejemplo, con respecto a su Manta Fresa, Proyectosinergias comenta en Paperblog: “No es lo mismo visitar la exposición cuando fue abierta y encontrar las fresas de Claire Morgan frescas, rojas, llenando la instalación, que cuando se pudren. Entonces descubren la importancia de la pieza del pájaro disecado, que en un primer momento era lo menos llamativo de la obra”. Y, efectivamente, no puede ser igual ni dejarte indiferente.
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