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Explicación:
La capacidad para ponernos en la piel del otro, tanto en lo bueno pero sobre todo en la malo, es lo que normalmente conocemos como 'empata': una cualidad que nos hace ser más sociales, más abiertos y más en contacto con las personas que tenemos alrededor.
La empata es por tanto una de las bases de la educación social de los niños, mientras aprenden a relacionarse con papá y mamá, con los amigos o con las personas que se encuentren en su vida diaria. La labor de fomentarla recae así en los sujetos principales de la educación de los niños: los padres y los 'profes', que suelen ser los encargados de comunicar a los más pequeños la delicada tarea de interpretar de los sentimientos de los demás, y cómo actuar de manera acorde.
Sin embargo, no todos los niños presentan la misma facilidad para entender lo que sienten otros, o no disponen de los recursos necesarios para apoyarles cuando los sentimientos son demasiado complicados, como la rabia, la tristeza o el dolor. Fomentar el desarrollo de esta habilidad desde los primeros años es una de las recompendaciones del departamento de orientación del colegio Brains, desde donde aconsejan a los padres desarrollar al máximo posible la empatía con los niños, incluso cuando las emociones de los niños sean desproporcionadas, a fin de abrir las puertas de la comunicación dentro del núcleo familiar.
Es importante, por tanto, comprender que estas reacciones en los niños -un enfado, una mentira o una rabieta, por ejemplo-, no están bien o mal, sino que es su manera de expresar cómo se sienten frente a un problema determinado. Dejar espacio para que se expresen nos ayudará a entender que no existen sentimientos negativos como tal, sino maneras erróneas de expresarlos. La manera de afrontar estos sentimientos cuando se presentan: haciéndoles entender las consecuencias que tienen sus actos, y reconocer que no siempre podremos evitar su dolor, especialmente a medida que se vayan haciendo mayores.
Una manera muy eficaz de fomentar esta habilidad dentro del núcleo familiar es promoviéndola entre hermanos, sobre todo a la hora de compartir: les ayudará a reconocer el sentimiento de frustración por tener que regalar parte de algo que es suyo, y, al mismo tiempo, reforzará el lado positivo de hacerlo. El proceso es lento y lleva tiempo, aunque, tal y como aseguran los expertos, es fundamental para superar las perspectivas egocéntricas propias de la etapa infantil, y aumentar su autonomía y nivel de responsabilidad hacia los demás.