Respuestas
Respuesta:
Después de 1792 las cosas empeoraron. El Terror, el arresto, proceso y ejecución de Luis XVI sumieron a los reformistas en el desconcierto. Fueron raros los españoles que se entusiasmaron con las ideas de la Revolución Francesa. En España, la situación no se preataba mucho a una Revolución como la que se desarrollaba en Francia. Los reformistas españoles permanecían alejados de los filósofos franceses.
Explicación:
El poder real parecía mucho más fuerte; mientras que en Francia los Estados Generales se negaban a obedecer las órdenes del rey, en España nadie protestó cuando se rogó a los diputados de las Cortes que permanecieran en sus casas. Desde el punto de vista social, la burguesía española era demasiado débil, demasiado dispersa y demasiado poco segura de sí misma para encabezar una oposición resuelta a cambiar las relaciones sociales existentes.
Carlos IV estaba preocupado por la suerte de Luis XVI. En febrero de 1792, Carlos IV, convencido de que Floridablanca ya no era el hombre adecuado para la situación, llamó a su antiguo adversario, el conde de Aranda. El aristócrata aragonés no estaba menos decidido que Floridablanca a oponerse a la Revolución, pero quería actuar a su modo, sin provocaciones inútiles. La detención de Luis XVI creó una situación nueva. A finales del mes de agosto, Aranda consideraba inevitable la guerra; declaro la neutralidad de España, pero se negó a reconocer a la República francesa. Aranda estaba aislado.