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El género es una característica de muchas lenguas pero que en las indoeuropeas se ha desarrollado de una forma especialmente peculiar. Originalmente, en los estadios primitivos del Indoeuropeo, nació para especificar la naturaleza animada o inanimada del objeto o ser del mundo físico designado por el sustantivo. En los sucesivos dialectos de este protoidioma se fueron desarrollando géneros dedicados a marcar otras características de los seres nombrados, entre ellas el rasgo biológico del sexo, hacia cuya distinción encontramos actualmente desplazada la función del género en detrimento de las demás.
Sin embargo, a cualquier hablante avisado que se detenga a pensarlo no le pasa inadvertido el hecho de que ésta tiene que estar lejos de ser la verdadera función primitiva del género. En concreto, en español se puede entender muy bien a qué nos referimos, por el simple método de fijarse en que todo sustantivo tiene género, designe a un ser vivo o animado, o a los objetos inanimados carentes del atributo sexo, o a seres asexuados o hermafroditas. El género en español parece casi aleatorio. De hecho, definitivamente lo es en su totalidad para los sustantivos que designan seres inanimados. Fijándose en esto y en el buen conocimiento de la clasificación tradicional que en esta lengua se hacía de los cinco géneros gramaticales, el buen entendedor puede tener clara la distinción entre género, fenómeno puramente gramatical, y sexo, que es una característica física biológica de los seres vivos.
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