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La finalidad de lucrar en el mercado competitivo es tan desmesurada, que muchas veces olvidan otorgarles una sólida formación profesional y personal. La gran deficiencia que existe en las aulas universitarias, o hablando estrictamente, dentro del plan curricular, es que la gran mayoría de universidades no colocan en sus silabus un curso de redacción jurídica, e incluso las pocas universidades que lo hacen, no le da la correcta seriedad del caso. Como resultado de este problema, se obtienen abogados que no saben redactar de manera correcta sus propios escritos y que además, terminan, muchos de ellos, comprando plantillas.
Este gran problema no solo afecta la parte profesional, sino también el ámbito personal, puesto que a nadie le gustaría contratar los servicios profesionales de una persona que no sabe redactar su propio escrito siendo un abogado. Se sabe que la formación académica del profesional no solo es la impartida en las aulas, sino también depende mucho de la responsabilidad y seriedad con la cual se forje uno.
La paupérrima calidad ortográfica, la incoherencia en la sintaxis, el mal uso de los signos de puntuación y la mala ubicación de la paráfrasis en los documentos, dejan mucho que desear al que “se supone” es un profesional.