Como era la vida del hombre en el pueblo azteca antes de la llegada de los españoles, si lo explican en forma se "cuento" se los agradezco :(
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n texto en lengua náhuatl de Tlatelolco relata cómo, en 1515, el año 10-Caña, Cuauhtemoctzin Tlacatecuhtli Xocóyotl llegó a ser el tlatoani de Tlatelolco, en donde tomó posesión de su trono de gobernante.
Según el texto, los españoles arribaron cuatro años después de que Cuauhtemoctzin (el sufijo -tzin era la forma respetuosa, reverencial del nombre) se entronizara como gobernante de Tlatelolco, cuando la guerra se estaba llevando a cabo ahí. A término de la guerra Tenochtitlan se quedó sin tlatoani, y en el cargo quedaron solamente un enano llamado Mexícatl Cozoolóltic -cuyas pantorrillas eran redondas como pelotas, tal como lo indica su nombre- y algunos de sus amigos.2 Este personaje pretendía ser un noble señor, pero en realidad no era sino un enano. El marqués capitán (Cortés) trató de llevárselos a Castilla. Cuando se disponían a partir, levantaron un refugio o jacal (xacalli) para Cuauhtemoctzin, señor de Tlatelolco, y otro aparte para Mexícatl, el líder tenochca.
Cuauhtemoctzin le dijo a los otros señores de Tlatelolco: "Nos vamos hacia Castilla. La gente de Acallan (lugar de canoas), nuestros vasallos, pueden auxiliarnos." Dijo después a unos mensajeros: "Id a Acallan y decidles que vamos hacia Castilla. Puesto que vamos a saludar al gran teotl [dios] tlatoani de Castilla" (huey teoutl tlatohuani castilla).
Así, los mensajeros tlatelolcas se pusieron en marcha. En Acallan, los señores respondieron muy favorablemente a la petición, esperando la visita de Cuauhtemoctzin con los brazos abiertos. Los mensajeros retornaron al cabo de la noche con la buena nueva, de manera que todos se decidieron a partir hacia Acallan apenas despuntara la mañana.
Al alba, Cuauhtemoctzin dijo: "Vayamos a visitar a los señores de Acallan." Los tres gobernantes -Cuauhtemoctzin, Coanacochtzin de Tetz-coco y Tetlepanquetzatzin de Tlacopan- partieron acompañados de varios nobles. La gente de Acallan recibió a Cuauhtemoctzin y a sus nobles acompañantes con elegantes abanicos de plumas, para proporcionarles sombra. Además, les regalaron mantas y sandalias de turquesa, collares de oro y jade, brazaletes de piedras preciosas y, lo más hermoso, una corona hecha de piedras verdes preciosas, finamente trabajadas. Los señores se sentaron y tomaron atole y pinole antes de que les fuera servida la comida. Después de comer, recibieron más regalos y, a la manera del tlatoani (literalmente, "el que habla") que era, Cuauhtemoctzin pronunció un discurso ante los señores de Acallan y toda la concurrencia acerca de la obligación de no afligir al pueblo común (con la metáfora yn cuitlapilli atlapalli, "la cola, el ala"), y muy especialmente a los ancianos y niños. Cuauhtemoctzin los exhortó a no abandonar o mudar de lugar el altepetl, a no abandonar a su pueblo, sino a proteger a aquellos que están en la cuna, a los que gatean, y a los que se ponen de pie: a protegerlos y estar contentos.
Explicación: me da gusto de ayudarte