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La frontera es un límite imaginario y artificial que el ser humano establece entre diferentes territorios. La noción de frontera surge posteriormente a la de Estado o comunidad ya que para que exista la frontera o la división territorial, es necesario que previamente se establezca una comunidad, aldea, sociedad o grupo de personas en un espacio. La competencia que puede darse con otro conjunto de personas o aldea sobre ese mismo territorio genera la necesidad de crear una frontera o un límite para señalar hasta dónde se puede avanzar y hasta dónde ese paso es ilegal.
Las fronteras se han marcado a lo largo de la historia de muy diversas maneras. Al ser la mayoría de ellas artificiales, es decir, creadas por alguna necesidad humana, se pueden utilizar elementos naturales divisorios como colinas, cursos de agua, montañas, accidentes orográficos, etc., o si no se pueden establecer arbitrariamente en un lugar determinado. Para que una frontera sea realmente efectiva, es importante que las dos comunidades o sociedades a uno y otro lado de la misma la acepten de buen grado y consensuadamente, lo cual implica que ninguna intentará traspasarla.
La creación de fronteras ha sido siempre un elemento fundamental del establecimiento de cualquier comunidad humana pero especialmente de los Estados ya que es a través de la frontera que se puede empezar conociendo y delimitando el territorio sobre el cual ese Estado tendrá poder. Esa delimitación puede ser entre un país y otro pero incluso dentro del mismo país, por ejemplo como sucede con las provincias o los territorios internos en los cuales se debe demarcar la jurisdicción.
Las fronteras sirven también para crear identidad ya que es a partir de ellas que se empieza a crear la noción de pertenencia a un país, a un territorio o terruño. Al ser las fronteras difusas, los ciudadanos pierden noción de pertenencia y se tiende a una idea más amplia de ciudadanía. En muchos casos, las fronteras también han sido importantes para controlar a poblaciones empobrecidas como sucede con las fronteras de Estados Unidos y México o las de Israel y Palestina; en ambos casos, los países más enriquecidos construyen fuertes y rígidas fronteras con controles militares que impiden cualquier tipo de paso y que buscan prevenir la unión de las dos poblaciones.