Respuestas
Respuesta:
La crisis del Ecuador de fines del siglo xx es múltiple. Diversas crisis coinciden en un mismo momento: aquellas que son fruto de cambios internos, tales como los de su sistema político, sus relaciones sociales y su economía, entre otras, se yuxtaponen con los procesos propios de un realineamiento al mundo contemporáneo. Estos, a su vez, conllevan grandes mutaciones en las condiciones internas, particularmente en lo que respecta al rol del Estado y al peso de los sectores relacionados con la exportación.1 No es una crisis; se trata de las crisis ecuatorianas de entre siglos.
2En este texto me limito a considerar la crisis de aquello que hemos denominado un sistema regionalizado, el cual es uno de los pilares constitutivos del Ecuador contemporáneo.
3Empezaré identificando, brevemente, aspectos de este sistema regionalizado y de su crisis; en un segundo momento presentaré los orígenes y componentes de dicho sistema; en la tercera parte trataré sobre su desestructuración actual; y, finalmente, formularé diversas conclusiones.
I. Un sistema regionalizado
4La existencia de regiones en el Ecuador es un hecho, si se rebasa el problema del análisis de cómo definir una región. Aquí no entro en ese debate y tomo a las regiones como un presupuesto aceptado.
5La presencia de regiones, sin embargo, no hace un sistema regionalizado, del mismo modo que el apego a o la promoción de una región no provoca el regionalismo -esa posición de ignorar al conjunto, de no actuar sino para sí mismo, de poner en primer plano las concepciones y posiciones de “su” región en detrimento del todo-. Las regiones, dependiendo de las concepciones y relaciones en una comunidad dada, son, posiblemente, un hecho universal; al límite, cualquier sector de un conjunto territorial o de una comunidad demográfica o política puede ser una región, con mayor o menor bagaje histórico, identidad colectiva, dinámica y nexos internos, etc. Esta situación no da, necesariamente, lugar a un sistema regionalizado, concepto con el cual nos referimos a una lógica política, a un funcionamiento del sistema político, establecido y reconocido, que ha llevado a procesos de equilibrios regionales a todo nivel de la vida pública. No se trata de voluntades sino de un empate de fuerzas sociales -cada una con una carga histórica diferente-, integradas por un mismo sistema político. Estas características de vida colectiva cohabitan en un mismo Estado, gracias, en particular, a un sistema político que vuelve a la dinámica regional concreta, visible y reconocible por todos. En lo sustantivo, en el sistema político regionalizado se acuerda que su ejercicio y constitución deben ser compartidos por regiones. Los procesos de decisión y las decisiones mismas, tanto del gobierno como del Congreso, e inclusive de otras entidades estatales y no estatales, deben, precisamente, conjugar intereses, orientaciones, personal y acciones de las regiones predominantes. En el caso del Ecuador, se trata de la Sierra y de la Costa, con sus respectivos ejes Quito y Guayaquil, y, a su interior, de sus subregiones, en particular las que representan Azuay y Manabí, a la par con la Amazonia.
6Este sistema de Ecuador guarda ciertas similitudes con los casos de Italia o Bélgica.
7Las tensiones y los conflictos inherentes al funcionamiento del mencionado sistema encuentran, por lo general, en la negociación el mecanismo establecido para solventarse, incluidos mecanismos de presión tales como la protesta pública, aun con el chantaje de por medio.
8Existe una cultura y conciencia de sí, de ser diferentes en cada región y de la necesidad de cohabitar como tales.
La idea de la crisis regionalizada actual
2 Existen diversos estudios sobre los aspectos regionales en Ecuador, en particular: Quintero, Rafael (...)
9Ecuador es un país regionalizado; todos/as lo sabemos, a pesar de que no exista consenso sobre sus dimensiones.2 No existe la percepción, en cambio, de que esté en crisis el sistema regional. La crisis ecuatoriana es presentida para otros ámbitos mas no para este aspecto característico del Ecuador. Los embates entre la Sierra y la Costa, o, más precisamente, entre Quito y Guayaquil, hacen parte de su vida cotidiana; su intensificación llama la atención pero no es considerada excepcional. Entre los/as ecuatorianos/as no hay una racionalización de las relaciones regionales, en contraste con una constancia reiterada de las dimensiones regionales de su vida colectiva y sus conflictos.