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Respuesta:
Entre la media docena de madrigales poéticos atribuidos a Gutierre
de Cetina, dos dejan testimonio de una amplia difusión y, en
particular, bajo forma musical.1
Por contingencias de la historia
literaria, el que empieza “Ojos claros, serenos / si de un dulce mirar
sois alabados, / ¿por qué, si me miráis, miráis airados? […]” es hoy el
más conocido. Es, por otra parte, el primer madrigal fechable en lengua
castellana (1554).2
El presente artículo se centra en el otro, mucho
menos conocido, “¡Ay de mí, sin ventura! / ¡Ay, vida trabajosa entre
paredes!” encabezado por el título “En voz de una monja”, muchas
veces reducido a “La monja.” Al contrario de “Ojos claros,” no se había
publicado en el conjunto de las obras del hispalense hasta la reciente
edición de Jesús Ponce (Cetina, Rimas 727-28) y su autoría no siempre
se ha identifcado en las ediciones modernas, menos todavía entre las
musicales.3
En la historia textual de los madrigales de Cetina, se trata
del segundo más antiguo que se conserva, con un primer testimonio
copiado hacia 1560 (Cancionero sevillano de Toledo).
Ambas piezas poéticas irradiaron a escala peninsular y de una
manera equiparable. Su difusión fue principalmente manuscrita, tanto
en fuentes poéticas como musicales, pero, para ambas, se cuenta también
con un testimonio impreso en un libro de vihuela (el único impreso
para “La monja”). También presentan versiones musicales que modifican
sustancialmente el texto a modo de contrafactum, ya amoroso, ya a lo
divino, demostrando así que el hipotexto (el original) era conocido de
sobra por los oyentes de estas nuevas versiones musicales.4
Ahora bien,
pese a difundirse por vías muy similares, los dos madrigales gozaron
de una fortuna muy distinta. Uno se siguió copiando y editando hasta
los siglos XVIII y XIX y llegó a nuestros manuales de literatura del
XX como ejemplo paradigmático del madrigal hispano.
Explicación:
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