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Resumen.
Tanto en los círculos académicos, como en los medios de comunicación y más aún en las conversaciones cotidianas en nuestro país, es frecuente equiparar poder, fuerza y violencia. El texto realiza una aproximación teórica y empírica al uso coloquial y cotidiano de los términos en casos de “limpieza social” y sus formas de legitimación en el lenguaje, para luego hacer una distinción de los términos a partir de planteamientos de Hannah Arendt y Sergio Cotta. Finalmente evidencia como los casos de resistencia civil contra la violencia son formas de poder que se oponen a la violencia y permiten entender por que es necesario distinguir más que equiparar estas nociones en su uso cotidiano.
Pertinencia y aplicación de una serie de distinciones.
Se tiene la tendencia en el sentido común a considerar como poderoso o fuerte a un grupo o a una persona que utiliza la violencia o las armas para lograr sus fines. En las calles de nuestros barrios o aún en ciertas zonas rurales, es frecuente la presencia de violencias que se tornan cotidianas y que tienden a institucionalizarse como pautas o formas de acción previsibles ante ciertos eventos. Asociado a ello, es común reconocer la indefensión del Estado para repeler a los grupos violentos e impedir sus acciones contra la población civil, cuando no infrecuentemente este interviene propiciando o ejerciendo violencias clandestinas. En estos casos la violencia se suele considerar como expresión de poderes locales que demuestran el escaso poder y fuerza del Estado para imponer el monopolio del uso legitimo de la violencia para protección de los ciudadanos.
Las llamadas “limpiezas sociales” hacen parte de las “justicias” privadas que ejercen violencias particulares y suelen considerarse formas de poder local de un actor social que las ejerce, llamase comunidad, comerciantes, grupos guerrilleros, vengadores anónimos, narcotraficantes, paramilitares o fuerza policiales clandestinas. De otro lado, los casos de “resistencia civil contra los violentos o contra incursiones armadas”, que han ocurrido en algunos pueblos colombianos de parte de comunidades muy organizadas, cómo formas de respuesta pacífica frente a grupos o actores que ejercen violencia o crimen contra ellas pueden ser también vistas como formas de poder local. Quiero esbozar las peculiaridades de los dos fenómenos para explicitar las distinciones entre poder, fuerza y violencia.